Fue tan rápido, de repente estaba contra la pared, él me besaba tan delicioso con esos labios suaves como durazno y aliento refrescante. No pude resistir y mordí su labio delicadamente. Él se dejó llevar y aceptó la mordida, retrocediendo lentamente, haciendo que mis dientes rozaran su labio inferior. Los labios ya no estaban entre mis dientes y abrí los ojos. Pude apreciar esos ojos caramelizados que me devoraban sin miedo.
Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP