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Le cojo de la mano y le sigo hasta la parte trasera de la casa. En el césped había pétalos de rosa blanca y toda la extensión del pequeño jardín estaba iluminada por pequeñas luces intermitentes. El tiempo predominante ese mes fue de pura nieve. Pero esa noche no cayó ni un copo. Pude ver algunas estrellas en el cielo.

— Quiero aquí, ante el cielo y estas pocas estrellas, pedirte que seas mi esposa. Llevarás este anillo, como símbolo de nuestro amor y a los ojos de todos, estaremos casados. Entonces, cuando muera...

Le interrumpo con un beso.

Connor me pasa el brazo por la cintura y me acerca.

— Sí. — Susurro. — Acepto ser tu esposa. Hoy y siempre.

Sonríe y se aleja, abriendo de nuevo la caja.

— Antes de poner... Mira.

Connor coge uno de los anillos y lo gira para que lo mire.

Por siempre y para siempre.

— Es precioso. — Susurro.

Me coge la mano y desliza el anillo en mi dedo anular.

— Quiero que lo lleves siempre que puedas. Pensar en mí. Si no quieres llevarlo en el dedo, ponlo en u
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