Dante inclinó levemente la cabeza, estudiándola con intensidad.
—¿Segura?
Su voz ronca y profunda la envolvió, haciendo que un escalofrío recorriera su espalda.
Alicia sostuvo la respiración, negándose a caer en su juego.
Pero Dante sonrió con suficiencia.
—Eres tan mala mintiendo, Alicia…
El