Dante Moretti entró a su despacho con pasos firmes y pesados, cerrando la puerta de golpe tras de sí.
Su pecho subía y bajaba con fuerza contenida, su mandíbula estaba tensa y sus puños apretaban el teléfono de Alicia con tal fuerza que sus nudillos se tornaron blancos.
Se dirigió al mueble bar y