—¿Acaso la amas?
Dante no respondió de inmediato. Su silencio fue más elocuente que cualquier palabra. Y eso, esa pausa, fue lo que hizo que Montserrat sintiera que lo perdía para siempre.
—Ni te atrevas a preguntarlo —murmuró él, casi con desprecio.
—Entonces no me juzgues por hacer lo que tú si