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CAPITULO 4

Blair Cooper

Me duele cada minúscula parte de mi cuerpo y mi cabeza está a punto de estallar por la jaqueca que tengo. Solo pensar en moverme de la cama hace doler mis músculos, por lo que decido mantenerme en la misma posición mientras la habitación deja de dar vueltas a mí alrededor.

Sé que ayer bebí demasiado, pero no se justifica que me duela el cuerpo de esta manera como si me hubiera lanzado un maratón de ejercicios intensos; incluso me duele la entrepierna, siento un leve ardor y mis muslo están húmedos y muy resbalosos.

— ¡Que calor hace! —Murmuro entre dientes y parpadeo intentando abrir mis ojos; estoy tirada boca abajo sobre el colchón con mi rostro viendo hacia la pared de la habitación que ya no esta tan oscura, aunque no hay ni una sola ventana por donde pueda filtrarse algo de luz solar—. ¿Qué hora será?

Intento incorporarme, pero mi cabeza se siente pesada y de inmediato vuelvo a mi posición de antes y entierro mi cabeza en la almohada, apretando mis ojos a la espera de que el mareo desaparezca, pero el olor de un perfume que no es el  mío llama mi atención.

— ¿Qué demonios? —Mascullo alzando mi rostro a riesgo de marearme de nuevo y apoyada sobre mis codos; miro hacia abajo cayendo en cuenta de mi desnudez—. ¡Mierd@! ¿Acaso no estaba soñando? —me digo a mi misma, aturdida.

—Si fue un sueño, entonces fuel el mejor put0 sueño de mi vida —respondió una voz masculina a mi lado, provocándome un respingo del susto hasta hacerme caer del colchón llevándome la sabana conmigo—. Buenos días, nena. ¿Has dormido bien?

— ¡¿Pero quién coño eres tú y que demonios haces en mi habitación?! —Chille histérica y asustada a partes iguales, tirando de la sabana para cubrirme; el tipo sobre la cama aun no me había visto, pero parecía bastante cómodo con la situación.

Con gesto satisfecho y holgazán, rodó sobre el colchón hasta encender la lámpara en la mesilla dándonos un poco de claridad a ambos.

—Querrás decir nuestra habitación, Tiffa… —y se quedó a media palabra cuando al fin me miró y no halló reconocimiento alguno en mi rostro—. ¿Tú quién eres y qué Mierd@ estas haciendo aquí? —Profirió con la voz gutural y la confusión brillando en sus ojos azules—. No, no, no. ¡Maldita sea, esto tiene que ser un broma!

Se puso de pies sin importarle estar completamente desnudo y camino hacia mí, que continuaba conmocionada sobre la alfombra, intentando cubrir mi cuerpo que no paraba de temblar. Todo su cuerpo exudaba enojo cuando me tomo por los brazos y me incorporo sobre mi propio peso sin importarle el daño que me hacía.

— ¡Esto es una puta broma, ¿cierto?! —Siseo apretando los dientes, conteniendo su ira—. ¿Quién demonios te dejo entrar a mi habitación? —cuestionó estridente—. ¿Quién te pago?

Estaba conmocionada, pero no por eso permitiría que me tratara como se le diera la gana.

— ¡Esta es mi habitación! —Grazne furiosa, zafándome de su agarre—. ¡Fuiste tú quien se coló aquí sin permiso y se aprovechó de mí!

Al escuchar mis palabras, el tipo alzo una ceja como si le estuviera contando un buen chiste y con petulancia y sin verse ridículo al estar desnudo delante de mí, se cruzo de brazos demostrando gran superioridad.

—Lamento decepcionarte, pero por si no lo has notado —habló haciendo un gesto de barrido con su mandíbula al lugar donde estábamos—, fuiste tú quien se equivocó de cuarto. Así que no quieras pasarte de lista conmigo y comienza a hablar, chiflada —volvió de nuevo sobre mí, tironeándome del antebrazo—. ¿Te pago Ryan? —Hizo una pausa, al fruncir su ceño—. ¿O fue el bastardo de Collins? —Me miró por primera vez de arriba abajo y luego me soltó pasándose las manos por la cabeza como si cayera en cuenta de algo—. No, no, ya se. Fue ella, ¿verdad? —Sonrió sin dar crédito, tocándose la boca—. ¿Ella te pago para que vinieras? —Y al ver que no respondía, me gritó—. ¡Habla de una mald1ta vez, loca!

— ¡No tengo nada que decirte, imbécil! —Exclame furiosa luego de voltearle el rostro con mi mano cerrada, lo que me dejo sacudiendo la mano de dolor—. ¡A mí no vas a gritarme y mucho menos tratarme como una de las prostitutas a las que seguro estás acostumbrado, cabrón! —le reñí al verlo descolocado y con el flequillo rubio cayéndole desordenado en la frente; su gesto se torció de manera tenebrosa, pero no me amilane—. Nadie me pago para venir aquí —respondí al fin al darme cuenta que él decía la verdad—. Creo que anoche  tome demasiado y me confundí —titubee dando un paso atrás, ciñéndome mejor la sabana alrededor del cuerpo—. Tienes razón, me equivoque de habitación, pero eso no te da derecho a hablarme como si fueras el único indignado aquí. Sea lo que sea que paso anoche entre nosotros, es responsabilidad de ambos. ¿O eres  tan estúpido que ni siquiera te diste cuenta a quien te cogías?

El enfado en su rostro perdió fuerza ante mi pregunta, porque era lógico que siendo él el dueño del camarote, se diera cuenta de lo que sucedía, pero tal parece que eso no le importó en absoluto con tal de meterse entre mis piernas, aprovechándose de mi ebriedad.

—Pensé que eras otra persona —dijo como única explicación; me dio la espalda para buscar su bóxer que seguía tirado en el piso—. Tome más de la cuenta anoche y me deje llevar, ¿de acuerdo?

—En eso estamos de acuerdo —concedí sentándome en la cama junto a él. Ambos guardamos silencio por unos segundos bastante incomodos, hasta que no pude evitar preguntarle: —. ¿Qué fue lo que paso exactamente anoche?

Me miro de soslayo, indignado.

— ¿No me digas que no te acuerdas?

—Pues —hice una pausa y me mordí el labio inferior evocando los recuerdos—. Pensé que todo se trataba de un sueño y que tú eras el infeliz de mi ex —él rubio enarco una ceja y se cruzó de brazos resaltando sus definidos pectorales—. Bueno, debo reconocer que mi ex nunca me hizo el amor de esa forma… ya sabes —me encogí de hombros.

— ¿Ya sabes qué? —Cuestionó a la espera de que terminara la frase.

Cerré los ojos al recordar la forma en como este tipo me poseyó y tuve que pasar saliva para refrescarme la garganta antes de volver a hablar.

—Confórmate con saber que eres mejor en la cama que él—respondí escueta, negándome a alimentarle el ego a este tipo—. Bueno, ya que las cosas han quedado clara y que solo se trató de un noche de sexo salvaje, yo ya me puedo ir —me puse de pie con la clara intención de largarme, pero una mano fuerte me detuvo tomándome suavemente de la muñeca; lo mire de reojo y tuve que apartar los ojos ante su intimidante belleza—. Ay no, no me digas que eres de los que les gusta intimar después del sexo porque yo no y la verdad espero no volver a verte nunca en mi…

—Cierra la puta boca —ordenó, haciéndome caer de vuelta a su lado—. No sé si te acuerdas, pero anoche tuvimos sexo varias veces y todas ellas termine dentro de ti —relató muy serio y al no verle sentido a sus palabras, bufo frustrado y continuo—. ¡Me pediste que te follara sin condón!

Abrí mis ojos verdes como plato.

— ¡¿Y me hiciste caso?! —Torció sus labios a modo de disculpa—. ¡Estaba borracha, imbécil!

— ¿Qué parte de yo también lo estaba no escuchaste? —Grito también.

— ¡Ay, no me jodas! —me puse de pie y comencé a dar vueltas por la habitación bajo el escrutinio de sus ojos azules, inquietos. Tome mi vestido del piso como pude, al igual que mis zapatos y el bolso—. Bueno, no es tan grave. Me tomare la pastilla del día después y asunto arreglado. Ninguno de los dos tendremos que volver a pensar en esto. Así que adiós —me despedí apurada he intente marcharme una vez más.

— ¡No tan rápido, loquita! —me detuvo el inmenso y delicioso cuerpo de este hombre rubio y atractivo del que no sabía el nombre, pero sí de qué tamaño tenía la polla—. No te puedes irte así nada más.

— ¿Por qué no? —Inquirí evadiendo su penetrante mirada—. Ya te dije que me tomare la píldora anticonceptiva —le recordé con una sonrisa forzada al percibir su temperatura corporal.

—Y me parece perfecto, pero me quedaría más tranquilo si yo mismo te veo tomártela —me aclaro y esta vez lo mire fijamente—.Y no es que dude de tu palabra, pero un hombre como yo debe ser precavido.

—Pues fíjate que yo no tengo la menor intención de tener un renacuajo creciendo en mi panza y menos de un hombre que ni siquiera conozco, así que no te preocupes. ¡Por supuesto que lo hare!

—Lo sé, loquita, pero mejor no correr riesgo —me mostro su perfecta dentadura y me condujo de vuelta a la cama—. Así que quiero que te sientes aquí mientras me doy una ducha y luego vamos juntos por esa pastillita mágica. ¿De acuerdo?

Las ganas de golpearlo y borrarle su petulante sonrisa del rostro fueron automáticas, pero yo no era una salvaje y tampoco dejaría que él me hiciera perder los estribos. Apreté mis manos en puño, enterrando las uñas en mis palmas para calmarme y como pude forcé la mejor de mis sonrisas para él.

—De acuerdo —respondí obediente—. Sera como tú digas.

Asintió complacido y dándome un último vistazo, se perdió tras la puerta del baño.

— ¡No te muevas de ahi, nena! —Gritó desde el baño—. ¡Terminare rápido para que tú y yo pongamos un buen fin a esta historia!

— ¡No hay problema! —respondí de vuelta, pero eso no pasaría; no iría con él ni a la esquina.

Apenas escuche que se abrió la ducha me quite la sabana que tenía enrollada en el cuerpo y me puse mi diminuto vestido negro que estaba muy arrugado y destilando un olor apestoso. Apurada y nerviosa, me subí el cierre como pude, dejándolo a mitad de mi espalda y con mis tacones en una mano, me asegure de abrir la puerta sin hacer el menor ruido posible al salir.

—Lo siento, cabrón, pero nuestra historia tendrá que acabar aquí —me dije a mi misma cuando estuve en el pasillo y me di cuenta que mi habitación estaba justo al lado de esta—. Voy a tomarme esa estúpida píldora y te dejare guardado en mi memoria como el mejor sexo que he tenido en la vida.

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