Sibel abrió los ojos al ver el tipo de “bar” del que Iván le habló.
Esta cosa delante de ella era un galpón gigante de lujo, con música alta, y con la cirugía plástica hecha persona a la vista.
Parecía que en el lugar no había restricción de nada en lo absoluto, pero cuando Iván llegó con ella a su lado, todas y cada una de las cabezas, se giraron a él con respeto.
—Jefe… su lugar está listo… —Iván asintió hacia uno de sus hombres, y luego se giró hacia ella.
—¿Qué esperas? Sígueme… o… —amplió su sonrisa irónica y susurró cerca de su oído—. ¿Esperas que te lleve de la mano?
Sibel torció los ojos y caminó a su lado, junto a un montón de hombres que siempre lo escoltaban armados.
Fue evidente que la gente la miraba de forma curiosa, pero solo miró al frente hasta llegar a una gran mesa.
—Estamos esperando aquí la indicación, señor… —Sibel miró al hombre que informó e Iván asintió.
Los camareros trajeron todo tipo de cosas, botellas nuevas para que Iván probara en tragos, y una ca