De sus futuras relaciones no supo nadie y la más duradera alcanzó la tercera cita y eso era todo. Su actitud fría e impenetrable le valió muchos comentarios, pero no fue obstáculo para que las mujeres no dejaran de intentar robar su corazón.
"Gabriella es diferente, no se te olvide," se repitió a sí mismo mientras comía el último bocado de su zuccotto.
Esa noche pasaría por ella al café; aún no se resignaba a no verla por una semana y mucho menos saber con quién iba a estar.
Fabrizio llegó al café y le dijeron que Gabriella estaba en la cocina. Al entrar, habló, pero ella parecía no escuchar; estaba de espaldas y sus oídos estaban tapados por un par de audífonos. Fabrizio solo observó cómo bamboleaba su cabeza de lado a lado. "Debe estar escuchando música," pensó é