En su habitación, Gabriella trataba de encontrar la mejor manera de ir al cumpleaños de los hijos de Zia. La cama estaba llena de prendas y zapatos, un claro reflejo de su indecisión.
—¿Para dónde dijiste que ibas? —preguntó Aimara, entrando en la habitación y viendo el reguero de ropa.
—Ya te dije que para el cumpleaños de los hijos de Zia, ¿por qué? —respondió Gabriella, con un tono de exasperación.
Aimara levantó una ceja y sonrió con picardía. —Y por eso has sacado medio armario y te has cambiado cinco veces. ¿Acaso queremos impresionar al tío de los niños?
Gabriella de repente tomó conciencia de lo dicho por Aimara: llevaba más de dos horas tratando de decidir qué ponerse para ir a un cumpleaños, ¡por Dios! Es solo el cumpleaños de unos niños, no una fiesta de gala.
—¡Claro que no! —respondió rápidamente, sintiendo sus mejillas enrojecer. —Es que no quiero parecer muy informal o demasiado formal.
Aimara sonrió con complicidad. —Creo que tengo algo que te puede servir para todos l