9. Miami

[MIA]

El hotel al que me trajo es de ensueño al igual que es tenerlo a él conmigo. La suite era una tentación para quedarse en ella perdidos entre besos y esta playa privada donde estamos es digna del paraíso. Izan camina hacia mí con una botella de champagne en una de sus manos y en la otra, dos copas, y el paisaje de verlo caminar en traje de baño y con su abdomen al descubierto es totalmente fascinante.  

—¿Aun no entras al agua? — me pregunta cuando llega frente a la reposera donde estoy acostada.

—Te estaba esperando. — le informo y su sonrisa ilumina más que el fuerte sol que hay sobre nosotros. 

Deja la botella y las copas sobre la pequeña mesa que hay entre las dos reposeras y de repente, apoya sus manos a cada lado de mi cuerpo y prácticamente se sube encima mío para comenzar a besarme lentamente —¿te imaginas una vida así? — me pregunta sobre mis labios.

—Por supuesto que si…— digo y paso mis brazos alrededor de su cuello. — 

—¿Tomamos el champagne? —  pregunta divertido y asiento.

—Sí, tengo calor. — comento y reímos.

Él se sienta a mi lado en la reposera y yo rápidamente me acomodo sentándome a su lado —¿ya sabes dónde quieres ir a bailar esta noche? — pregunta mientras abre la botella. 

—No, ¿tienes alguna sugerencia? — cuestiono y su media sonrisa me deja saber que sí.

—Me dijeron que fuéramos a Nikki Beach o LIV night-club. — explica y sirve nuestras copas.

—No sé porque la segunda llama más mi atención. — comento y tomo la copa que me da.

—Entonces a esa iremos. — dice y acerca su copa a la mía —salud por estos días de felicidad absoluta. — propone y sin dudarlo choco mi copa con la suya.

—Salud porque estamos juntos. — añado y rápidamente bebemos el champagne —mmm… mi favorita. — comento al saborear el inconfundible sabor del champagne Moet & Chandon. 

—Por supuesto, ¿crees que te traería otra que no fuera tu favorita? — me pregunta acercándose a mis labios. 

Me besa lentamente y me pierdo en esa manera tan perfecta que tiene de hacerlo —por Dios… cuanto te amo… es que no tienes idea. — murmuro sobre sus labios.

—Claro que lo se mi amor, yo te amo igual o más que tú me amas a mí. — me dice y sentir sus dedos enredándose en mi cabello me hace sonreír, amo cuando hace esto —¿quieres ir al mar? — me pregunta y asiento.

—Sí, solo déjame terminar esta copa. — le pido y una vez que ya nuestras copas están vacías, nos levantamos de aquí para ir hacia el mar, él en un momento de distracción de mi parte, me toma entre sus brazos y corre conmigo hacia el mar mientras que yo le suplico que no nos sumerja de un solo golpe, pero mi suplicas son en vanas cuando las olas nos cubren por completo. —¡Esta helada! — me quejo cuando salimos a la superficie y me las ingenio para abrazarme a él.

—Eso es porque estabas al sol, pero esta exquisita. — intenta convencerme.

Sus brazos me rodean por la cintura y mis piernas lentamente se enredan en su cuerpo mientras que nos dejamos llevar por el movimiento del mar. Una de sus manos me suelta para acomodar mi cabello y me sonríe sin dejar de tener esos ojazos verdes clavados en mi —¿Qué sucede? — pregunto al notar el silencio que hay entre los dos. 

—Nada…— responde, pero sé que miente.

—Sabes que no puedes mentirme, solo dime que sucede. — insisto y me da una sonrisa fingida. 

—No quiero perderte…— me confiesa finalmente y niego de inmediato.

—Jamás me perderás. — le digo firme.

—Prométemelo. — me pide y la mejor respuesta que le pueda dar es un beso.

—Te lo juro, así debamos vernos a escondidas toda nuestra vida, lo haremos… yo no puedo vivir sin ti, ya lo intentamos una vez y no funciono. — le recuerdo.

—Lo sé, fueron los peores dos meses de mi vida…— me repite como lo ha hecho antes.

—Los míos también, sentí que me ahogaba. — digo y su beso calla mi boca. 

Besos que se supones saben a sal a causa del mar, pero solo él puede hacer que sepan a azúcar… me perdería una eternidad con él, habitaría siempre sus labios tan perfectos y convertiría su manera de acariciarme en mi religión. Leí demasiadas historias románticas, pero en ninguna dice que todo lo que crees ser queda a un lado cuando encuentras un amor como este. Muchos podrían llamarle un amor enfermizo por ser ajeno tantas veces y tan mío otras cuantas, pero aquí no hay engaños, entre nosotros solo hay barreras y amenazas que hacen que lo nuestro sea lo que parezca sobrar, cuando en realidad, es lo único que esté bien en este mundo. Es un amor tan verdadero como este sol que quema nuestra piel. 

El tiempo se detiene aquí con él abrazándome, con nuestros cuerpos entrelazados y con esta paz que hace tanto no sentíamos al estar juntos en algún lugar. Aquí solo estamos él, este mar y yo entendiendo que no hay amores perfectos o imperfectos, solo hay amores que son, aunque todo diga que no deben ser. 

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