80: Eres nuestra, Eva.

Nota: contenido sensible.

En el preciso momento en que Evangeline ve cómo Irina le arrebata a su hijo justo antes de poner un pie fuera de la cabaña, y siente las manos de Magnus doblegarla, su garganta se seca.

No quiere ver a Milán a los ojos porque este se pondría a llorar, pero no hace falta que lo haga porque el niño patalea en los brazos de Irina, llorando por su madre, cuando la rubia se lo lleva.

Justo ahora cuando Magnus la sostiene sin ella poder defenderse cómodamente, cuando es arrastrada a la habitación de nuevo, cuando es tirada a la cama, y los ojos azules intensos toman las cuerdas para atarla a la cama, piensa en todas las veces que se derritió por esta misma escena, una que ahora tiene un significado muy diferente para ella.

Ya no podrá ser sumisa queriendo serlo. Esto es una violación a todo lo existente. Sabe que no habrá piedad, compasión, ni nada que pueda detenerlos a querer hacer de ella lo que les plazca.

Y lo ve en los ojos de ambos cuando Irina también entra
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