La conocía, ¿no? A Claudia Rivero. Vivía también en la colina.
Al verla, Amanda tuvo alivio y miedo a la vez. Por un lado, la sensación de ver a otra persona fue reconfortante. Por el otro, encontrarla en ese estado le generó un montón de preguntas cuyas respuestas probablemente no serían agradables.
—Ayúdame, por favor —volvió a decir la chica, extendiendo la mano.
Amanda asintió y la ayudó a levantarse notando como apenas tenía fuerzas para alzarla y como Claudia hacía gestos de dolor con cada movimiento.
Claudia, por su parte, notó q