Él quería ir a Valleencanto.
Nunca había tenido un deseo tan fuerte de hacerlo.
A la mañana siguiente, Rafael con una mochila al hombro, el pelo desordenado, sosteniendo el desayuno, corrió directo hacia el edificio del laboratorio. Se sorprendió muchísimo al ver a Esteban sentado en un banco del edificio del laboratorio.
Los pasos de Rafael se detuvieron cuando subía los escalones, mirando fijamente a Esteban mientras movía el cartón de leche de sus labios. —¿Primo?
Esteban estaba lleno de frío, como si hubiera pasado toda la noche allí.
Se puso de pie, mirando fijamente a Rafael, preguntó: —¿E Isabella?
—Ella se fue anoche.
Al escuchar esto, Esteban preguntó muy ansioso: —¿A dónde fue?
Rafael apretó con fuerza los labios. —Primo, ¿es por la niña? ¡La niña no es tuya! Ya estás comprometido con Valentina, ¿de verdad deberías dejar de molestar a Isabella?
Esteban no dijo nada en lo absoluto y bajó los escalones para irse.
—¡Primo! ¡Le pregunté a Isabella si lamentaba estar contigo