—¡Se ve que esta mujer ha estado ejercitándose durante muchos años!
Los jóvenes fanáticos que vinieron a recogerla eran personas atractivas y con una muy buena presencia, no pudieron resistirse y sacaron sus teléfonos para tomar fotos de Isabella y su hija.
Esteban se quedó paralizado en su lugar, con los pies como si estuvieran clavados con fuerza al suelo, hasta que la figura oscura estuvo a punto de desaparecer de su vista. Solo entonces volvió en sí, apartando a la gente que tenía delante y apresurándose a alcanzarla.
Cuando salieron del ascensor, el teléfono de Isabella insistentemente no dejaba de sonar.
Isabella llevó a Gabriela a una cafetería, pidió una taza de leche caliente y un pastel, y se quitó la mascarilla.
—Gabriela, cariño, siéntate aquí y espera un momento mientras mamá contesta una llamada.
—¡De acuerdo! — La niña sostuvo la taza de leche con ambas manos y tomó unos pequeños sorbos, dejando un rastro de leche alrededor de su boca.
Isabella le pasó con ternura un pañ