Una noche para recordar

Una noche para recordar

La mirada de Diana estaba fija en la rosa blanca que dejó sobre la urna de su padre, lentamente los trabajadores del cementerio la bajaron a lo profundo del hoyo de tres metros, con unos cables que corrían  a través de una polea oxidada. Sintió aquella escena como el final de un ciclo, cuyo cierre fue la tierra cayendo sobre la madera de roble, acompañada de las gotas de lluvia. Lo inexpresivo de su rostro cubierto por la gafas de sol, no cambia el hecho de que la muerte de su padre le afectó más de lo que creía, no importa cuando quisiera aparentar que no era así. 

— Señorita, perdone que la interrumpa, pero debemos irnos — El tono de voz preocupado que oyó la sacó de su trance. 

— ¿Qué sucede? — Disimuladamente seco las pequeñas lágrimas que corrieron por sus mejillas.

— La señora Taylor va camino al hospital. No tengo los detalles pero dicen que se puso muy mal. — Dijo inquieto su guardaespaldas.. 

Sin dudarlo corrieron al auto y se encaminaron hacia la sala de emergencia adonde fue llevada su suegra — ¿Que habrá pasado? Esa señora es una mujer fuerte, ¿Estará enferma? — Pensó ansiosa por los miles de escenarios que vinieron a su mente. 

A toda prisa cruzó los pasillos del hospital hasta llegar a emergencias, iba directo a la central a pedir información de su suegra cuando noto que en una esquina estaba uno de los tíos de su esposo. 

— ¿Qué pasó? ¿Dónde la tienen? — Se apresuró a interrogarlo agitada. 

En eso nota la expresión consternada del hombre, que fijamente miraba algo detrás de ella, intrigada se dio la vuelta para ver de qué se trataba, llevándose la sorpresa de su vida. Petrificada como estatua, se encontró de frente con Jack, el esposo que le dijeron que jamás despertaría. La enfermera lo llevaba en silla de ruedas de vuelta después de una evaluación completa del equipo médico. Una fuerte corriente eléctrica los recorrió cuando cruzaron miradas.

— ¡Es ella! — Exclamó agitado, en su mente — ¡Si, es ella! estoy seguro; no puedo equivocarme. No puede ser, ¿Que hace aquí? Esto no puede ser una casualidad — En pocos segundos, pensó en todas las posibilidades y revivió los recuerdos de la noche que pasaron juntos. Las imágenes aparecieron en su cabeza tal cual como una película en cámara rápida.  

Ahora lo recuerdo, esa semana me había estado quedando en el departamento de soltero de mi hermano. Me lo prestó porque ya casi no iba a dormir pues prefería quedarse en el departamento de la mujer con la que llevaba meses saliendo en ese entonces. Recuerdo haberme ido a dormir temprano, el día fue difícil cargado de emociones fuertes y discusiones que no vienen al caso recordar. 

Me costó mucho trabajo conciliar el sueño, por lo que no pude quedarme profundamente dormido. fue entonces cuando entrada la madrugada sentí que alguien entró a la habitación. En principio, pensé que era un delirio de mi parte por estar “entre dormido y despierto”, pero me equivoqué. 

No pasó ni un minuto cuando sentí una presencia colarse entre mis sábanas, cuando quise reaccionar me encontré sometido por la mujer más hermosa que había visto en vida, su belleza era tal que a pesar de la luz tenue pude apreciar sus rasgos con claridad. Tenía una aroma de flores dulce, mezclado con alcohol por lo que pude intuir que estaba ebria. Sin embargo, no hice nada para impedir que me besara.

Sería estupido de mi parte decir que no pude evitarlo, lo cierto es que no quise hacerlo, hubo algo en ella que me debilitó desde que sentí el calor de su piel sobre la mía. Acepté su beso y me dejé llevar por el frenesí de tenerla entre mis brazos, con prisa termine de desvestirla asegurándome de recorrer hasta el último centímetro de su piel ¡Fue maravilloso!

La sentí completamente entregada, con una sensualidad devoradora, pero al mismo tiempo, había una dosis de ternura que no pudo ocultar. Vibro con mis caricias, con mis besos, con el roce delicado de la yema de mis dedos sobre su espalda hasta clavarlos con ahínco en sus glúteos desbordante de lujuria. La hice mía, fue mía y es algo que no se puede olvidar con facilidad. 

Pero, así tan fugaz como apareció, desapareció. A la mañana siguiente lo único que me dejó para encontrarla fue un collar con dije de estrella y una “D” grabada. Lleno de impotencia, maldije el haberme quedado dormido. La busque por todas partes, incluso contraté un detective, mas, solo perdi tiempo y dinero puesto que al final nunca la encontré, hasta hoy que está parada frente a mi

Los pensamientos de Jack se vieron interrumpidos cuando escuchó a uno de sus tíos decir que esa mujer, era su esposa — ¿Es cierto eso? — La cuestionó directamente. 

— Si — Diana respondió certera. 

— ¡Es mi esposa! Jamás habría podido adivinarlo pero, ¿Cómo terminamos casados? no puedo recordarlo, ¿Tendrá algo que ver con mi accidente? ¡Demonios no puedo recordarlo! aunque, no puedo estar más feliz — pensó esbozando una pequeña mueca que asemejaba una sonrisa. 

El corazón de Diana latía a toda prisa, estaba impresionada de que su esposo estuviera consciente. Una pequeña parte de ella sintió alivio, mientras que en una porción más grande surgió de pronto un mal presentimiento, como si las cosas fueran a salir mal. 

Haciendo gala de su elocuencia, se mantuvo serena y tranquila para hablar con él, pero sólo en apariencia, puesto que el fondo estaba hecha un mar de nervios. 

— Entonces, ¿Hace cuánto que estamos casados? ¿Cómo nos conocimos? 

Antes que pudiera responderle, fueron interrumpidos por el doctor con un mensaje urgente de su suegra — La señora Taylor está fuera de peligro, desea verlos cuanto antes — No cabe duda que la influencia de esa mujer en el hospital era grande, tanto así, que fue capaz de poner al especialista que la atendía como un nervioso mandadero. Así pues, no tuvieron otra opción más que obedecer debido a la insistencia del galeno. 

La primera en ingresar fue Diana, ser requerida por su suegra fue lo mejor que pudo pasarle en ese momento, sin embargo, la presión no había pasado, era obvio lo que se venía. Para Jack, fue evidente el alivio que sintió su esposa, cosa que no fue de su agrado y lo hizo adoptar una postura fría y distante al entrar a la habitación, predispuesto al encuentro con su madre. 

— Me alegra tanto verlos juntos. Supongo que ya tuvieron oportunidad de conocerse —  Dijo la mujer desde la cama. 

— ¿Conocernos? ¿Que acaso no nos conocíamos? 

— Tal parece que haber sido un vegetal afectó tu mente más de lo que los médicos dijeron — Diana, permaneció en silencio perpleja del desprecio con el que se trataban — Pero te voy a aclarar la duda. Yo escogí a esta mujer para que se casara contigo mientras estabas en coma. 

— ¿Qué? — Reaccionó atónito — O sea que se casó conmigo por un arreglo de mi madre, no porque recordara quien soy ¡Maldición! ¡Soy un idiota! pero ya verá que de mi, nadie se burla — Pensó lleno de rabia, mirando por el rabillo del ojo a su esposa. 

— Hice una buena elección con ella, viene de una buena familia, además es una gran profesional. Escogí a Diana como tu esposa, porque quiero tener un nieto sano, hace poco pensé que iba a conseguirlo a la primera, pero tristemente perdió el bebé — Diana apretó el puño indignada. 

No era sencillo escuchar como se referían a ella como si fuera mercancía en un acuerdo de negocios, la impotencia de querer mandar todo la m****a y no poder hacerlo, la estaba consumiendo. Mas, ese era el precio que tenía que pagar por la salud de Mateo y estaba dispuesta a aguantar lo que fuera por su hijo.

— ¿De qué estás hablando? Es imposible que estuviera esperando un hijo mío — Replicó furioso. 

— ¿En verdad crees eso? Me conoces muy bien, sabes de lo que soy capaz cuando quiero algo. Hace algunos años congelaste unas muestras de tu esperma ¿Lo recuerdas? siendo tu apoderada, no fue difícil para mí acceder a ellas mientras estabas postrado en una cama. Lo demás simplemente estuvo en manos del doctor y por supuesto de Diana — Jack estaba asqueado de ver como su madre fue capaz de aprovecharse de la situación. 

— Es más, ahora que estás consciente, ya no tendremos que recurrir a la inseminación artificial. Mejor busquen la manera de darme nietos sanos lo antes posible. 

— ¡Estás loca! de ninguna manera pienso tener hijos con esta mujer ¡Cómo te atreves a manipular mi vida de esa manera! ¡NO! es mi última palabra. 

Diana sintió un vacío en la boca del estómago cuando lo escuchó hablar de esa manera, el hombre inconsciente que cuidó durante meses y del que se formó una imagen dulce a partir de sus vagos recuerdos, ahora que reaccionó dejó muy en claro su deseo de no tener hijos, alejándose de lo que imagino.  Fue un balde de agua fría. 

— ¡ME LO DEBES! — Gritó su suegra alterada 

— Sabes muy bien que me lo debes, tu eres el culpable de que perdiera lo que más amaba en el mundo, es lo mínimo que puedes hacer — Diana, miró su enfrentamiento desconcertada — De no haber sido por ti, tu padre estaría vivo. Por tu maldito desorden mental tuvieron ese accidente, tu bipolaridad es la causante de todas mis desgracias. Así que dame un nieto sano para compensarme — Sentenció con la voz temblorosa por la rabia. 

Jack guardó silencio, apretó el puño con tanta fuerza que alcanzó a magullar la palma de su mano con las uñas. La tensión en la habitación podía cortarse con un cuchillo. Sin refutar nada de lo que dijo su madre, salió furioso de allí sin hacer uso de la silla ruedas y azotando la puerta. Diana quedó petrificada tratando de digerir lo que sucedió.

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