Capítulo 8: Desenmascarada y despreciada.

«¡Porque tú eres nuestro papá!»

Un silencio sepulcral inundó la iglesia, esa frase hizo que el corazón de Miguel se le subiera a la garganta, las piernas le fallaron cayó al piso de rodillas ante los pequeños.

—¿Mis hijos? —balbuceó, los labios le temblaban, así como el corazón, y sus ojos, se hallaban anegados de lágrimas. —¿Ustedes dos… son mis hijos? —volvió a preguntar sin poder creerlo.

¡Cuántas noches imaginó teniendo una familia junto a la mujer que se le aparecía en sueños!

Y ahora su sueño era una realidad, los hijos que pensó que jamás pudo tener con Luciana, ahora estaban ahí frente a él, su cerebro era un completo caos, los recuerdos volvieron de manera imprevista, frunció el ceño, apretó los párpados, se sentía aturdido.

—¿Estás bien? —fue lo único que lograba distinguir en esa misma tierna vocecita que días antes le salvó la vida. A lo lejos podía oír los gritos de Irma, pero ni siquiera entendía lo que decía.

—Miguel, hijo ¿estás bien?

—Necesito mis pastillas, urge
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