Un silencio absoluto, tan solo interrumpido por nuestras respiraciones aun agitadas, es lo único que se escucha en esta habitación de hotel. Ella está aferrada a mí como si yo fuese su balsa; esa con la que se salvara del naufragio. Su cabeza apoyada sobre mi pecho, mis manos rodeándola en un abrazo, su larga cabellera cubriendo su espalda, y sus labios dejando tiernos y pequeños besos en mi.
No puedo más con este silencio, necesito saber que pasa por su mente. —¿Te encuentras bien?— Me atrevo a preguntarle finalmente.
Un suspiro se escapa de su boca y ahora con su dedo índice va dibujando siluetas en mi pecho. —Tengo sentimientos encontrados... Lo que ha sucedido entre los dos ha sido increíble, me has hecho sentir tantas cosas... y todas tan bonitas... pero, a la vez siento culpa. ¿Será que algún día se nos ira este sentimiento de culpa?— Me