43°

Cuando salimos de la naviera, me senté en silencio en el asiento del copiloto. Federico me miraba de vez en cuando.

— ¿Cómo te sientes? — me preguntó.

Yo me encogí de hombros.

— La verdad, no sé — le dije — . Tengo un poco de satisfacción porque logré decirle unas cuantas verdades a Gabriela. Ella no sabe lo que le espera. Comenzaré por ella, me vengaré primero de ella y después, cuando Alexander sepa que iré por él, entonces lo acabaré.

— Muy bien dicho — me dijo Federico — . Ellos tienen que pagar por lo que te hicieron. No tengas cuidado con ellos, porque, de hecho, no lo tuvieron contigo.

— Claro que sí. ¿Averiguaste lo que te pedí?

Él asintió, sacó de uno de los compartimentos del auto unos papeles que me tendió. Yo los leí detenidamente.

Era toda la información sobre su padre, adicto al alcohol y a los juegos.

— La invitación a tu casino ya fue enviada.

En el tiempo en el que estuve asociada con Transportes Imperio, más la herencia que me dejó mi padre biológico, lo que, m
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