144°

Yeison sabía que aquello podría llegar a ser muy complicado. Como sus hermanos habían dicho, Paloma era una chica rebelde y voluntariosa. Pero tenía que intentarlo. Por eso estaba ahí, de pie, frente a la entrada del edificio donde vivía la chica. El portero lo miró de los pies a la cabeza.

— ¿Usted otra vez? — dijo, y Yeison asintió.

— Sí, yo otra vez. Podría decirle a Paloma que estoy aquí.

Pero el hombre negó.

— Ella dejó especificaciones muy claras de que no quería que nadie la molestara, ni siquiera sus hermanos.

— Que me lo diga ella — respondió Yeison — . Que me lo diga en la cara. Esto es algo de vida o muerte.

El portero lo pensó por un momento, como si tuviese miedo de la muchacha, pero finalmente accedió.

— Está bien, pero que se haga responsable de lo que pase.

— Lo sé — dijo Yeison.

El hombre tomó el teléfono y llamó.

— Un tal Yeison la está buscando.

Después de una pausa añadió:

— Ella dice que no quiere hablar con usted.

Yeison estiró la mano con un poco de viol
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