Cuando Alexander se puso de pie, apretando su teléfono. Me sentí como una completa chismosa; había delatado a Gabriela, pero ¿qué más podía hacer? Tampoco podía ocultar el hecho de que la mujer había ido a visitarme.
— Yo no le dije nada — repitió Alexander un par de veces antes de tomar su teléfono y llamar — . Hola, ¿se encuentra Gabriela? — preguntó al teléfono. Yo me quedé ahí, quieta en el mueble.
— Entiendo — dijo Alexander — . Díganle que se comunique conmigo lo antes posible, tengo que hablar con ella.
Seguramente la mujer se estaba negando a contestarle. Cuando cortó la llamada, me miró.
— ¿Está segura?
Yo levanté las cejas.
— ¿Crees que mentiría?
Alexander se abrazó a sí mismo, como si de repente le hubiese entrado frío.
— No lo entiendo. Ya no entiendo qué es lo que está pasando.
— Tal vez ella lo supo de otra forma, tal vez Xavier se lo contó — le dije, intentando calmarlo un poco, pero lo cierto era que incluso yo tenía mis sospechas.
Xavier llegó un rato después. Te