Capítulo XXII

—Claro que sí, a mí también me dará mucho gusto estar con ustedes —respondió Amanda a la sincera invitación— no sólo necesito unas vacaciones, sino que tengo ganas de ver a Miriam, tu esposa y a tus hijas. Unos días con ustedes me llenaran de nuevos bríos. Te prometo que estaré allá.

—Perfecto, les informaré de inmediato para que te vayan pre­parando tu recámara y todo lo que a ti te gusta, sabes que te haremos sentir como en tu propia casa.

—Lo sé y se los agradezco mucho, de verdad.

Con un dulce beso en la mejilla se despidió de ella. Amanda permaneció sentada en su sillón viéndolo salir. Eran muchas las cosas de Francisco que le recordaban a su padre, tal vez por eso le tenía un cariño especial.

Aunque también podía ser el que desde niña conviviera a su lado, v

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