SOFÍA
Si bien tuve la intención de irme a un cuarto sola para ahogarme en la tristeza obtenida por su rechazo, la idea fue rápidamente dejada a un lado cuando sentí que su mano se enrollaba en mi muñeca justo cuando me levantaba de la cama.
–¿Dónde vas? – escuche su voz ronca obligándome a voltear en su dirección cuando tiró ligeramente de mi brazo.
A pesar de no haber sido un forcejeo fuerte, fue lo suficiente para desestabilizarme debido a todo lo que me abruma logrando que caiga apoyada con una rodilla en la cama y el brazo ligeramente estirado en su dirección.
–A otro cuarto – respondo con la poca seguridad que me queda al ver sus ojos miel.
–¿Por qué? – levanta aun más su torso de la cama quedando prácticamente sentado aún sin soltarme.
–¿Enserio lo preguntas?
–Sí, quiero que lo digas ¿Por qué te vas?
Mi ceño se frunce e intento zafarme de su agarre, pero me lo impide.
–Me rechazaste.
–¿Lo hice? – encorva una ceja –. ¿O pensaste que lo hice?
–Tú…
–No recuerdo en ningún