SOFÍA
Bajo corriendo las escaleras, para recibir a mis papás que están entrando por la sala principal con las valijas. Ellos sonríen al verme de oreja a oreja y me abrazan los dos a la vez murmurandome–hola princesa.
Al desprendernos los tres del abrazo, noto a sus espaldas sonriendo a George, el abogado y testaferro de la familia hace diez años. Un hombre de cuarenta años muy agradable y bondadoso. Es uno mas de la casa, recuerdo que jugaba y hacía pijamadas con su hija, Casandra. Cas tiene dos años más que yo. Ahora esta de viaje por Europa y hace más de 5 años que no la veo, solo nos contactamos por las redes sociales. George se acerca a mí y besa mí mejilla por unos segundos, luego me susurra
–hola so.
Me recorre con un brillo de interés y agrega–¡Que grande y hermosa estás!.
Me sonrojo levemente y le respondo–Gracias, georgi.
Siempre lo llame asi, por que tenemos confianza y lo considero como un tío, aunque para el, hace un tiempo atrás que su interés platónico cambio y not