- Gracias por acompañarme a llevar a María a su casa. Te debo una – comenté dándole un beso en la mejilla a Nicolás como despedida.
Abrí la puerta del auto y salí al tiempo que negó – No me debes nada, Bella. Que duermas bien – finalizó.
Le guiñé un ojo agradecida y cerré la puerta corriendo a la entrada. Abrí la puerta con prisa y subí las escaleras corriendo hasta que mi madre se dio cuenta de que había llegado y salió de su estudio. ¿Por qué tiene que estar junto a la puerta principal? - Isabella, tenemos que hablar – ordenó.
Me giré a verla, recargándome en la barandilla – Estoy cansada, madre, además si es por la hora, te dejé una nota en la nevera.
Ella negó indicándome que bajara. Bufé bajando los escalones.