En ese mismo lugar, en el sótano, Esteban que se ha mantenido bajo los efectos de los sedantes empieza a despertar, lo último que recuerda es que entro a esa casa y vio a Mayra dormida, luego alguien por detrás lo sujetó y sintió un piquete en el cuello, instantes después todo a su alrededor desaparecía.
Los parpados aún le pesan, su visión aún es borrosa, pero puede distinguir que la habitación está oscura y una lámpara sobre su cabeza le impide mirar en la oscuridad. Está atado y sabe que hay alguien observándolo en silencio, quizá el mismo que le inyecto ese sedante; el miserable Valentino.— ¿Por qué te ocultas en las sombras? ¡Muéstrate! —le dice saliendo de ese sueño pesado —. Ya sé quién eres, miserable.—Le quitas la emoción a las cosas, agen