—Mientras no me pongas a vestirme igualitos como es esa tonta moda. —hice caras.
—Cielo, no es una tonta moda, es la demostración de unión familiar y si no te gusta, pues serás el niño diferente, porque la familia Sandoval el veinticuatro estaremos igualitos. —Se quedó mirándome.
—Hermosa, no voy a ponerme nada de esas maricadas.
—Bien. Te amo. —sonrió, besó a los niños, después a mí.
—Voy a bañarme para cenar.
Sonreí, ingresé al asesor, con cuatro hijos era una gran ayuda. Acosté a los niños y salí a buscar a Inés, la escuché llorando en su cuarto, al ingresar se limpió las lágrimas.
—¿Ya vamos a cenar?
—¿Qué te pasa Inés?
—Nada hija.
—Si no me dices ya mismo, llamo a tus siete hijos y les digo que estabas llorando, ¿qué crees que harán? —Sus ojos me miraron con tristeza.
—Hija, te suplico, concédeme unos días para decirle a todos. Te prometo que en la noche después de la cena navideña les digo, concédeme estos días hija.
—Solo si me dices.
…***…
Se habían acabado las clases del prim