—¡Eres una zorra! —El agua fría le hizo más efecto que sus palabras. La rubia la despertó lanzándole el helado líquido con una mirada que emanaba odio y tristeza. En parte, la chica la entendía; debe ser difícil saber que tu prometido se había enamorado de una sirvienta.
Diana se despertó extasiada, miró a su lado y casi salta de la cama al ver a Lían allí dormido.
—Lían... —Lo sacudió con delicadeza—. Despierta...
—¿Diana? —Él se incorporó de golpe y empezó a revisarla con desesperación.
—¡Oye! —Ella se paró de la cama fastidiada y él la siguió con la mirada, preguntándose si aquello había dado resultado.
—¿Cómo amaneciste? —Él se levantó d