—¿Cómo amaneció? —Edward la abordó en el pasillo rodeando su cintura con sus brazos.
—Bien —respondió con una sonrisa—. ¿Usted está bien? —inquirió mirando su rostro con recelo y preocupación. Él sonrió.
—Sí. —Besó sus labios.
—Al parecer sí lo está. —Ella dijo sobre los labios de él.
—¿Desayunamos? —Se apartó y tomó su mano. Ella asintió y ambos se dirigieron a la cafetería.
Después de desayunar, decidieron dar un paseo cerca de las montañas. El lugar era hermoso y solitario, pues, no estaban en temporada donde los turistas visitaban, así que había muy pocos visitantes. Caminaron por un largo puente flotante de madera, donde podían apreciar un gran abismo.