Por Ramiro.
Agustín, mi socio, me miró como si yo estuviera loco.
Pero aunque se estaba comiendo los codos, lo conozco, no dijo ni una sola palabra.
-¿Cómo es eso posible?
Preguntó uno de los médicos más allegados a mí.
-Pronto se van a enterar.
Dije sin pretender hacerme el interesante.
-Señores, ya saben lo que deben hacer, no sé cuando voy a estar disponible, a raíz de problemas personales, no sé cuando pueda operar.
-Contá con nosotros, dijo otro de los médicos más veteranos.
-Gracias.
Me paré dando por terminada la reunión.
Todos fueron saliendo, menos mi socio.
-¿Me perdí de algo?
Me pregunta muy curioso.
-Sí…
-¿Me vas a contar?
Dice sonriendo.
-Vos sabés sobre Rocío…
-Sí.
-Finalmente logré estar con ella.
Le conté detalladamente que sucedió en el último tiempo.
-Francamente no sé qué pasaba por tu cabeza al tener cerca tuyo a esa enfermera.
-Yo tampoco lo entiendo, simplemente creí en su amistad.
-Permitime decirte que sos un pelotudo.
-Lo sé, haber estado con ella es lo que m