CAPÍTULO DIECINUEVE

Ginna Renaux 

Me he  quedado absolutamente sin habla. No puedo gesticular palabra alguna. Alicia me habré los ojos como platos para que reaccione y salude correctamente a Emiliano Santorini y a su tía.

La sonrisa de Emi ante mi sorpresa hace que su cara sea un poema, y yo solo puedo imaginármelo sosteniendo la almohada como lo he visto mil veces desde ayer en mi galería.

Pareciera que es otro hombre enfundado en ese traje a la medida que marca el pecho y la espaldas perfectos.  No se parece  al coqueto salvaje que tengo semidesnudo posando para mi en tres fotos que tengo marcadas con la estrellas de favoritas.

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