Daisie le reclamó con enojo: "Te lo mereces".
La sonrisa de Nollace se intensificó. "Entonces podrás darme una lección cuando te recuperes".
Lo de dar una lección tenía un significado implícito, pero Daisie lo entendió, y sus orejas se sonrojaron al instante. "¡Sinvergüenza! Sabes que nunca podría superarte en una pelea. Ya quiero descansar".
Ella levantó la sábana, se acostó y se enterró bajo la sábana.
Nollace levantó la sábana y esperó a que ella asomara media cabeza. "Si murieras asfixiada, ya no tendré esposa".
"¡Bah! Con tantas mujeres en el mundo, ¿no es pan comido buscarte a otra?".
Nollace la miró fijamente. "Pero yo solo te quiero a ti".
Ella apartó rápidamente la mirada mientras su rostro se calentaba.
‘Tampoco soy su rival en cuanto a su nivel de desvergüenza’.
Cerca de las afueras de la ciudad, en el Hotel Amanecer que le ofrecía a sus clientes alojamiento estilo mansión...
Afuera de la habitación, Zenovia llamó al timbre y, al cabo de un rato, un hombre de media