Penelope cayó al suelo al ver a Brooklyn protegiendo a la mujer y al hijo de ocho años detrás de él. Entonces empezó a llorar tan histéricamente que no podía contenerse.
Edmund no pudo soportarlo más. Su hija lo estaba haciendo quedar mal por los problemas que causó en el restaurante. "Detente y ven a casa conmigo".
"No me iré”. Penelope se lo quitó de encima. “Hoy solo quiero llegar al fondo de las cosas. Brooklyn Simons, ¡b*stardo, jugaste con mis sentimientos!”.
Brooklyn consoló a su esposa detrás de él, le pidió que llevara a su hijo al salón privado y luego miró a Penelope impacientemente. "¿Yo jugué con tus sentimientos?".
Él esbozó una sonrisa despectiva. “En aquel entonces te acostaste conmigo voluntariamente. No te obligué a hacerlo, ¿verdad? Solo salimos por diversión. Eres la mujer más desvergonzada y pegajosa que conozco".
Cuando Edmund lo escuchó insultar así a su hija, su expresión se ensombreció al instante. "Brooklyn Simons, te pasaste de la raya".
“¿Yo me pasé de