Capítulo 448
Al escuchar la orden de Juan, exclamó: —¡Sáquenlo de aquí!

Tiberio no perdió tiempo y dio instrucciones presisas para que levantaran a Quirino y lo sacaran del lugar.

Benigno, por su parte, cayó de rodillas angustiado, con el rostro cubierto de remordimiento, rogando desesperadamente: —Señor González, por favor, perdóneme. No debí ofenderlo, le suplico que me deje vivir.

En ese momento, el rostro de Benigno reflejaba el más profundo arrepentimiento.

Si hubiera sabido la verdadera identidad de Juan, jamás me habría atrevido a acercarme a Celeste, ni mucho menos habría pensado en vengarse de él.

Ahora, al recordar cómo había planeado vengarse, deseaba haberse dado unas cuantas bofetadas.

Juan, con un tono desafiante, le respondió: —Benigno, aquella noche en la cena, pensé que con una pequeña lección habrías aprendido a mantenerte bajo control.

—Pero no, después de eso, viniste con tus hombres a atacar a la familia Abarca, buscando vengarte de mí.

—Eres vengativo y estás cegado por
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