Capítulo 4

Creo que he hecho muchas cosas estúpidas en mi vida, es decir, cualquier persona ha hecho cosas estúpidas, pero cuando veo a mi mejor amigo salir con una bolsa de pañales, un biberón y algunas fórmulas, por primera vez me siento incómoda con algo que he hecho.

—No tenías que comparar tantas cosas –murmuro cuando entra al auto.

—Va a necesitar algo que ponerse y que comer cuando la entregues. Es más de lo que algunas personas llevan, pero me parece un mínimo de respeto por un ser humano.

Acomodo las cosas en el asiento trasero del auto. He tenido que moverme aquí para empezar a cambiarla. Habría ido yo a comprar todo, pero él no quería quedarse con la niña, así que no tuve más opción que aceptar que él se encargara.

—No sé por qué te refieres a ella como adulta –murmuro, intentando iniciar algún tipo de conversación, el que sea.

—Porque es una persona. En menor escala, pero persona al fin y al cabo.

No está molesto, pero sí un tanto incómodo, así que decido que iniciar una conversación ahora no es la mejor de las ideas. No solo porque todas sus respuestas serán cortantes, sino porque puedo provocar que se enoje lo suficiente como para querer estar un tiempo lejos y ahora lo necesito más que nunca.

Le quito el pañal a la bebé colocando la bolsa de la farmacia debajo para asegurarme de no manchar el asiento. Durante los minutos que mi amigo estuvo afuera, conseguí calmarla cuando le quité el pañal y limpié tanto como pude de su pequeño trasero, pero continúa soltando pequeños lloriqueos y sé que en menos de nada empezará a llorar de nuevo.

No quiero pensar en nada más que en el ahora. Me trago las «gracias» hacia mi amigo por haber traído toallitas húmedas y talco. No creo que le siente bien, tanto un agradecimiento como algún tipo de recordatorio acerca de lo que ocurre.

La bebé empieza a llorar de nuevo. No tan fuerte como hace un rato, pero sí lo bastante alto como para que sea incómodo escucharla. Me toma casi nada prepararle la fórmula, gracias a los incontables cursos de internet y los muchos programas que he visto en H&H.

Sí, no tengo hijos, pero eso no es excusa para no saber cómo atender a un bebé.

Cuando la tengo limpia y se ha terminado todo del biberón, le coloco con cuidado la cabeza sobre mi hombro y le paso la mano por la espalda, en busca de que expulse los gases.

No me doy cuenta de lo inclinada que esta mi cabeza en su dirección hasta que me veo en el espejo retrovisor, aunque también termino encontrándome con la mirada de mi amigo.

No me dice nada y aparta la mirada cuando el semáforo se pone en verde, cosa que no había notado.

Siento que mis mejillas, por alguna extraña razón, se ruborizan. Algo entre pena y miedo empiezan a adueñarse de mí y solo soy capaz de seguir pasando la mano por la espalda de la bebé.

—¿Quieres que te deje en algún lugar? –me pregunta.

Respiro hondo, sabiendo que ha dejado clara su opinión acerca de lo que debo hacer y, tiene completo sentido para mí, pero no hay por qué apresurarse con algunas cosas.

—Llévame a casa –digo. Sus ojos vuelven a conectarse con los míos a través del espejo retrovisor, pero no me permito cambiar de opinión—. Necesito un baño.

Puede ser una excusa patética, pero queda clara la insinuación acerca de que no me refiero a mí, por lo menos, no solo a mí y aunque parece no muy feliz con eso, hace lo que le pido.

Casi puedo sentir su incomodidad desde aquí. No le agrada en lo más mínimo que continúe con mis brazos envueltos alrededor de la pequeña, pero no puedo evitarlo. Siento que, si la suelto, ambas perderemos una parte importante de nuestro interior.

Cuando llego a casa, me cuesta un poco tomar los pañales y mis carpetas sin pedirle ayuda a Kyle y aunque no se la pido, se acerca a ayudarme. No me niego porque sé que no soy capaz de encargarme de todo sola o por lo menos no en un solo viaje y sin soltar a la bebé, así que dejo que lleve todo, excepto a la niña.

Después de haberle cambiado el pañal y alimentarla terminó durmiéndose, lo que me tranquiliza y me torna un tanto impaciente por igual. Es decir, me siento muy bien porque se sienta cómoda, pero su piel está un poco pegajosa a causa del sudor y no es para menos después de haber pasado Dios sabe cuánto tiempo sola en aquella… aquella caja. Un escalofrío me recorre el cuerpo solo de pensarlo.

Cuando entro en la casa, Kyle está dejando mi bolso y todo lo demás encima de la mesa.

—¿Necesitas algo más?

Me gustaría decir que su pregunta es desinteresada, que solo la hace porque es mi amigo y se preocupa por mí, pero no es el caso, sé que lo que espera es que le diga que he «recuperado la cordura» y que haré exactamente lo que me ha recomendado.

—No —contesto mirándolo a los ojos—, ya me has ayudado mucho.

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