Capítulo 53
“La vida, a veces, nos da señales”
Llegué al majestuoso rascacielos de Oíl Company, muy temprano, como cada mañana desde que llegué a Nueva York. Iba camino a los ascensores cuando mi teléfono sonó. Era un audio de la abuela Cecil.
Iba apresurada y fui a poner el audio, pero tropecé con una dura roca, me tambaleé y mi teléfono rodó de las manos yéndose por la rendija de la puerta del ascensor que se abría en ese momento. Unas fuertes y grandes manos me detuvieron en mi caída.
Volví mis ojos a la ranura que separaba la puerta del ascensor del piso y vi como el teléfono cayó abajo hecho añicos. Me reincorporé y mis ojos rodaron al rostro del alto y fornido hombre que aún me sostenía.
–Disculpe seño