Miedo y mentiras
Miedo y mentiras
Por: Karencita
Capítulo 1: Mejores amigas por siempre.

─¡Corre! −Grita Alexa.

─No te pares, alcánzame ─continua diciendo, sin mirar atrás.

Nando carece de fuerzas, será por las drogas que le han puesto en el hospital, aun así, hace lo posible por alcanzarla. 

Alexa ya no aguanto ─Grita él.

Acelera y chocan, se enredan y caen tendidos en el suelo, él sobre ella. Se apoya con una mano en la hierba húmeda, la otra la usa para apartar el pelo de su cara, la besa en los labios. Un beso a ojos cerrados, de los que te hacen olvidar donde estás y bajo qué circunstancias. De los que te sacan el alma del cuerpo y sientes que vuelas a otra dimensión. En este lugar no existe nada, ni vida, ni muerte, ni el peligro, ni siquiera tú existes, solo ella, la otra persona. No puedes ver nada, ni pensar, solo puedes sentir. Sentir sus labios húmedos, su respiración, el latido de su corazón, su sangre navegando por todo su cuerpo. 

Se reponen, baja a la tierra de la nube en que estaba y la mira, la mira pensando que no hay cosa más linda en el mundo que ella, su Alexa.

Se pone de pie y le extiende la mano para ayudarla a levantarse, pero sus pies le fallan y casi caen los dos otra vez.

─Estás muy débil. Creo que lo mejor es pasar la noche aquí, escondidos, mañana sabremos qué hacer –insiste ella.

─Está bien, no creo que pueda aguantar mucho más −dice Nando─. Y, mañana, ¿qué? ¿Seguiremos huyendo sin rumbo como hoy?

Alexa saca de su mochila una toalla, y la extiende sobre ambos como una manta.

─Tengo una idea, pero hablamos de esto mañana ─le dice ella

─Y se sientan así, acurrucados entre dos árboles, toda la noche. 

(Seis meses antes)

Sonó el claxon de un auto, Alexa bajó las escaleras de su casa a toda prisa. Dio un beso a su mamá, sin apartar la vista del móvil, y seguido se metió al carro. Se sentó en el asiento del copiloto, besó a su papá en la mejilla y todo sin parar la conversación que llevaba con sus amigas.

─Lo presiento, este año va a ser el mejor de nuestras vidas −les dice a sus chicas a través de Skype

─No puedo creer que este sea nuestro último año en el instituto. En un abrir y cerrar de ojos estaremos en la universidad −expresó Enny entusiasmada.

─Hey, ¿nos encontramos en la entrada, para atravesar el pasillo juntas? −preguntó Lola.

─Por supuesto. ─respondieron las otras dos chicas casi al mismo tiempo.

Alexa, Enny y Lola, son amigas desde primero del instituto, las tres venían de las familias más ricas e influyentes del pueblo, por tanto, coincidían mucho en fiestas. Pero su amistad no se hizo sólida hasta aquella noche en que los padres de Enny, los pastores del pueblo, organizaron un baile benéfico para recaudar fondos destinados al orfanato de la ciudad.

Eran pasadas las siete y la chica aún no llegaba a casa del colegio, los invitados empezaban a presentarse y sus padres histéricos no paraban de llamarla, pero ella no contestaba. Enny se había pasado toda la tarde montando el skate, cosa que sus padres le habían prohibido, pues lo veían como una actividad muy peligrosa y poco femenina. 

Alexa que se dirigía al baile en casa de su amiga, al pasar junto a ella, notó que cojeaba, tenía una rodilla ensangrentada y el skate en la mano. Le lanzó una mirada de asombro, y la chica respondió llevándose un dedo a la boca, pidiéndole silencio con el gesto. Alexa les pidió a sus padres que la dejaran allí con la excusa de hacer unas fotos en lo que quedaba de camino. Ella nunca iba a ningún lado sin la cámara. Su madre se negó al instante.

─Es tarde, no quiero que andes sola por ahí y menos haciendo fotos, que te entretienes y sabe dios lo que te pueda pasar ─le dijo.

Alexa cruzó sus brazos sobre el pecho y tuvo que conformarse con la decisión de su madre, al igual que todos en su casa tenían que hacer siempre. 

Lola también iba de camino al baile, les prometió a sus padres, que los vería allí luego de las clases de ballet. Laurel, su niñera la llevó en el auto hasta allá. En el recorrido se tropezó a Enny, le pidió a Laurel frenar el vehículo y socorrer a la chica. Enny lloriqueaba, estaba asustada, no sabía qué hacer para evitar el castigo de sus padres. 

─No te aflijas ─le pidió Laurel─. Te llevaremos a nuestra casa, sus padres deben estar ya en la tuya, te darás un baño, te pondrás un vestido bonito y diremos que estuviste todo el día con Lola.

─Sí, puedes decir que viniste conmigo a las clases de ballet −le dijo Lola entusiasmada 

─Podría funcionar ─añadió Enny mientras secaba sus lágrimas─. También les puedo decir que cuando mi batería murió, les envié un mensaje de tu teléfono, pero parece que la señal está mala y nunca llegó. 

Así fue, las chicas regresaron a casa. Enny se arregló con la ayuda de Laurel. 

−Me encanta el peinado –dijo frente al espejo.

─Ella es especial, es mi persona favorita en el mundo ─dijo Lola y besó a laurel en la mejilla.

Laurel llevaba tres años cuidando de Lola. Tenía solo 19 años y estudiaba en la universidad, así que cogió el trabajo para ayudar en casa con los gastos. Las chicas siempre se entendieron bien, se trataban de confidentes y amaban pasar tiempo juntas. Los padres de Lola también estaban prendados del encanto de Laurel, además de su dulzura era muy guapa físicamente. Tenía el cabello castaño claro, la piel blanca y una mirada que enternece. Era muy delgada, pero con una figura bien formada. Y nunca descuidó sus responsabilidades con respecto a la niña. El padre de Lola tenía una obsesión especial con esta chica.  

Llegaron las tres al baile, la madre de Enny se abalanzó sobre ella para saber dónde estaba y que hacía fuera hasta estas horas. Lola reaccionó al instante dijo todo lo que tenían planeado. El señor Fitzgerald (padre de Enny) le pidió a Hanna (su madre) que no hiciera ningún aspaviento.

─Luego hablamos con la chica ─dijo con serenidad.

Hanna respondió con una sonrisa fingida.

─Solo no me vuelvas a asustar así, sabes que te queremos mucho ─La besó en la mejilla.

─No sabía que fueran amigas, pero me encanta, tus padres son amigos nuestros también, personas increíbles ─continuó diciendo y esbozó a Lola una sonrisa. 

Lola asintió con la cabeza y la madre de Enny se despidió de ellas. Alexa caminó con sigilo hasta donde estaban y expresó entre dientes: 

─Yo tampoco sabía que eran amigas.

─Ya, ni yo, es nuevo ─añadió Lola entre risas y le guiñó a Enny un ojo.

─Oye, ¿tú no le dirás nada a mis padres sobre cómo me viste, verdad?

─No, te doy mi palabra ─le aseguró Alexa─ ¿Me puedo quedar con ustedes? ─preguntó

Permanecieron juntas todo el tiempo que duró la fiesta. Rieron, se contaron cosas sobre ellas mismas y sobre los demás, hasta que tuvieron que irse. Acordaron verse el día después de ese y al otro, y a la semana siguiente. Se convirtieron en las mejores amigas a partir de esa noche.

Y allí estaban, cuatro años después, paradas en la puerta de entrada del colegio, tomadas del brazo, tan unidas como el primer día. Listas para enfrentarse al último curso de instituto. 

─Este año seguro nos esperan muchas sorpresas −aseguró Lola.

─Sin duda. ─respondieron entusiasmadas sus amigas y caminaron con confianza hacia su primera clase. 

Lo que estas chicas no imaginaban era el tipo de sorpresas a las que iban a tener que enfrentarse en este período, y lo pronto que empezarían a presentarse. 

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