Capítulo 6

Me desperté rodeada de unas lujosas luces y Thiago a mi lado.

 — ¿Qué pasó? —Pregunté tras abrir los ojos

 — Oh, mi pequeña, has vuelto. Tuviste un desmayo — Respondió

 —¿Por qué estás tú aquí? — Pregunté absorta

 — Te explico luego, reposa — Añadió con su voz dulce mientras conducía

 Me estabilicé en un santiamén, su voz me transmitía paz y serenidad, recordé entonces la situación del parque y una vez recobrada mis fuerzas, hablé

 — Déjame aquí; debo ir a casa — supliqué aun soñolienta

 — Debes descansar, no puedo dejarte aquí, irás conmigo a otro lugar — Contestó mientras acariciaba mi cabello

 El temor me empezó invadir y aunque estaba perdidamente enamorada de él sabía que estar juntos en cualquier lugar era peligroso para mis emociones

 — No, llévame a casa — Grité desesperada en mi intento de abrir la puerta, también gritó

 — Que no, no seas como una niña caprichosa, atiende a lo que digo

 — Que hay de Esmeralda, qué pasa si nos ve juntos — Dije desesperada

 — Cálmate, Lisa. Te hace mal — me ordenó con su voz tranquila

 Lo miré furiosa, era asombroso cómo después de encantarme era capaz de botar todo en un momento. Decidí callar y esperar que las cosas llevarán su curso no podía hacer más, bajarme era imposible ¡Que importaba! Al fin de cuentas era el hombre amado quien iba a mi lado, lo que me pasara era solo una casualidad. Respiré fuerte para controlarme, pues en realidad empezaba a importarme demasiado la vida que llevaba dentro de mi vientre. Thiago solo me miró y tampoco dijo más. Observé en el reloj del carro y era casi la media noche, eso solo indicaba que habíamos estado en el parque dos horas y media, en ese pequeño lapso de tiempo había conocido a otro hombre que de cierto modo me fascinaba más.

 El embarazo me agotaba y terminé durmiéndome en el lujoso Ferrari, por primera vez me subía a uno. Sentí cuando Thiago se estacionó, desperté, pero disimulé para ver qué hacía. Entonces me tomó en sus brazos y entramos a una lujosa casa de campo, sé que estábamos fuera de la ciudad, nadie nos miraba, había solo un poco de oscuridad que era interrumpida por la bella luz de los faros. Me recostó en un sofá y me llevó una colcha, yo lo observaba con mis ojos entreabiertos, pronto busco fuego y encendió la fogata, el calor me cubría el frío, él buscó champán y tomó viendo fijamente el suelo, su imagen de derrota me asombraba y lastimaba, pero quise insistir en molestarlo más para canalizar lo que él me hacía sentir con tantos enredos sin solución

 — ¿Con qué fin me trajiste aquí? — Interrogué frunciendo el ceño

 — La pequeña durmiente ha despertado sin mi beso — Dijo irónicamente y por un momento la faz de derrota se borró y sus ojos brillaron

— Cretino — Le dije en un tono homérico, él también rió

 — Adentro hay una recámara ahí puedes descansar yo no voy a molestarte — Dijo con su terrible pasividad

 — ¡Necesito ir a mi casa! — Pedí fingiendo que en verdad quería estar ahí

 — Sé que aquí estás bien, relájate Lisa, no te pasará nada, ante todo soy un caballero que respeta a las mujeres embarazadas — Contestó de nuevo con sarcasmo mientras movía su copa

 —¡ Ash! Después de todo sueles ser fastidioso— Gruñí sintiéndome como una niña mimada, queriendo huir y a la vez añorando quedarme ahí apreciando su alma desnuda ante mí 

— Solo duerme, Lisa, en verdad necesito paz, tu presencia, tu compañía, no importa si estás dormida o despierta, pero no hables para reclamar todo lo que no puedo hacer ni solucionar, al menos no ahora — Contestó amable y con seriedad

 Me di cuenta hasta entonces que ni siquiera había revisado mi celular, para dejar de hablar lo busqué en mis pantalones, pero no lo hallé, vi a todos lados en busca de mi bolso con las cámaras y en la desesperación volví a gritar alterada

 — ¿Mis cámaras?

 — No sé — Dijo levantándose 

— Estaban bajo la banca en el parque — Dije más angustiada

— ¡No! — Contestó llevando sus manos a la cabeza en posición de culpable — Tu desmayo me dejó atónito y lo único que pude hacer fue llevarte de prisa a mi coche, lo siento, Lisa, las he dejado

— Regresemos ahora — Contesté a punto de llorar

 — Lisa, no estamos en la ciudad, esta es una de mis quintas, no podemos regresar, llegaremos allá en dos horas y ya no las encontraremos es imposible, recuerda que es un lugar público y cualquier persona pudo llevárselas 

— Ahí estaba mi celular también — Grité agarrándome el cabello 

— Te repondré todo, eso no es un problema — Contradijo con arrogancia 

Empecé a llorar con mucha tristeza, la situación era lamentable, pues esas cámaras me las había regalado mi padre.

— ¿Llorar por algo tan simple? — Se mofó mientras se acercaba a mí para abrazarme

 — Eran especiales para mí 

— Te daré unas mejores 

— No, Thiago, no se trata de que las repongas o no, el valor sentimental que tenían vale más que cualquier marca

— ¿Valor sentimental? ¿ Lisa, acaso tú de verdad no piensas en el valor del dinero? — Preguntó frunciendo el ceño

 — No, Thiago, me da igual el maldito dinero solo quiero mis cámaras y mi casa, estoy cansada no sé qué hago aquí contigo tan lejos, por qué yo Thiago, por qué conmigo — Dije desesperada llorando 

Me acarició la cabeza por un buen rato, lloré con mucho dolor por lo que sucedía y me odié por no sentirme capaz de disfrutar todo lo que estaba sintiendo.

— Tampoco lo entiendo — Respondió después de un rato

Ya no supe que más decir, supongo que él también estaba confundido ¿Quién podría entender que un millonario estuviese junto a mí, sin ningún interés de por medio? Un hombre y una mujer, solos en una casa ¿Qué se hace? ¿ El amor? No había amor, solo confusiones, nuestro "amor" no podía ser, por mí, por él, por el dinero, por mi falta de dinero, por cualquier cosa, pero eso se tornaba cada vez más imposible y solo generaba problemas, estragos en mi cabeza, frustración por no habernos encontrado antes, por no ser yo, una mujer de clase y él un hombre casado por contrato ,infeliz deseando lo que yo llevaba en mi vientre.

 Nos dormimos en el sofá, él aún con su abrigo, su olor inundaba mi olfato y me protegía más que la colcha que tenía encima, vencida caí en sus brazos, él me sostuvo sin renegar y permanecimos inmóviles, como si fuésemos viejos amantes y no simplemente jefe y empleada, fue mágico en medio de todo el huracán de obstáculos, por primera vez no me sentía desamparada, estaba aparte de dormida, en un sueño hecho realidad, pero eso acabó pronto, en la madrugada escuché sus pasos abriendo una puerta.

— Debemos irnos — Dijo sin saludarme

 — ¿Ahora? — Pregunté

— Sí, ahora — Ordenó 

Me levanté de prisa y le seguí, el frío del alba me calaba los huesos, abrió la puerta del Ferrari y manejó a gran velocidad 

— ¿ Qué ocurre? — Dije entre dormida

- Lo que dijiste en el parque, que nadie puede vernos juntos — Contestó evadiendo su mirada en el reflejo del espejo de afuera

 Sentí que el corazón se me hacía añicos, solo pude llevar mi puño a la boca para evitar llorar — Caí en su juego — Pensé

 — Perdón — Contestó tragando saliva, un tanto nervioso

 — Da igual — Le contesté fingiendo

 — ¿Adónde te llevo?.— Preguntó

— Déjame en el mismo parque — Le contesté molesta aunque por dentro más bien estaba herida

 — Como quieras — Añadió demostrando que no le importaba

 Sus respuestas esquivas eran una completa contradicción a la noche anterior, lo menos que esperaba es que sugiriera llevarme a casa aunque no quisiera que me llevara ahí pues me daba vergüenza que viera el pequeño apartamento rentado. Él estaba nervioso, miraba a todos lados en busca de respuestas y eso solo creaba en mí un vacío en el estómago, por tanta ansiedad. No mencionó nada durante el camino hasta que volvimos al mismo semáforo donde me vio cruzar

 — ¿Estás segura de quedarte aquí? — Preguntó mostrando ahora interés por mí o queriendo persuadir mis decisiones

— Completamente — Respondí sin ánimos de conversar

— Cuídate, Lisa, gracias por soportar mi capricho y someterte a él sin tantos ruegos — Dijo antes de que me bajara del coche, otra vez cambiando su forma de expresarse, ya no irónica, sino empática

— ¿Qué hora es? — Pregunté absorta pues aún estaba oscuro

— Las cinco y media de la mañana, es peligroso que te quedes aquí — Contestó con un poco de piedad 

— ¡Eso debiste pensarlo antes de llevarme a ese lugar tan lejos! — Dije con una profunda tristeza, me sentí como Cenicienta saliendo del baile, donde ya no estaba el hada madrina que cumpliera sus sueños. 

— Lo siento, pero debo irme — Contestó ignorando mi respuesta

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