Capitulo II

No me toca, ni siquiera me roza pero siento como si me estuviera sujetando con fuerza. Es un magnetismo que me tiene aferrada al piso.

— La verdad es que no, desde hace un tiempo guardo una noticia que cambia por completo mi vida y siento que me estoy ahogando en ella.

Wow... ¿De dónde salió esa sinceridad tan repentina?.. Este completo extraño está haciendo que hable y sin mucho esfuerzo.

— ¿Quieres contarme? Tal vez pueda ser un simple extraño, pero puedo ser el extraño que necesites para desahogarte.

No es solo su voz, es su mirada la que me hace confiar, hablar, desahogarme sin penas.

— Qué te parece si empiezo. — Me dice antes de que siquiera logrará abrir mi boca para hablar

— Me llamo Jean Pierre De Lucca. — Mi mirada extrañada hace que responda la pregunta que no hice — Sí, lo sé. Mi familia es italiana pero yo nací aquí, aunque en ocasiones — Dice en tono bajo acercándose a mi oído como si fuera un secreto — Voy y los visito.

Colocándose en su misma posición anterior lo veo y me guiña su ojo.

— Bien ahora te toca a tí — Me mira y sonríe. Es una sonrisa hermosa digna de ser la propaganda de la pasta dental.

— Yo soy Ámbar Cabano — Respondo con una medio sonrisa.

— Bien Ámbar es un placer conocerte. — Repone él extendiendo su mano

— Lo mismo Jeeann... — Mi mano freno a mitad de camino. ¿Como es que era? ¿Jean Andres? ¿Jean Luis?...

— Pierre — Complementa agarrándola con firmeza — o solo Pierre, para algunos es más fácil así — termina diciendo con una mirada entre dulce y socarrona.

— Lo siento Jean Pierre, hoy tengo muchas cosas en mi mente.

— Tranquila Ámbar ¿Que te parece? Ya no somos tan desconocidos. — Dice mirándome alegre — Dejarías que este hombre de 30 años, bien portado, de excelentes modales y buen dotado te invite un café allá — soltó haciendo señas con el pulgar al pequeño local que tiene detrás sin dejar de mirarme.

— Lo siento, muchas gracias por tu invitación pero ya debo marcharme. Quizás otro día.

— Vamos Ámbar, es solo un café. Así puedes contarme lo que quieras y no sé... Quizás... Sacarte más de una media sonrisa tal vez.

Me quedé perpleja, que tiene este hombre que hace quiera pasar un rato más con el.

No, más bien, lo que quiero es posponer lo más que pueda mi regreso a casa. Si, es éso.

— ¡Vale! ... Pero te lo cambio por un jugo.

Su sonrisa fue más que esplendorosa, creo que me está gustando su manera de sonreírme. Quizás esa sea su manera de sonreír, pero hoy estoy muy sentimental y me hace sentir bien pensar que es por mí.

Mientras vamos caminando hacia el local de John «el dueño» me va contando un poco más de él.

Divorciado hace un año, trabaja en la WR1 el canal de radio que me encanta, aunque no me especificó su cargo y yo tampoco se lo pregunté, digo si me lo hubiera querido decir ya lo habría dicho ¿No? Sin hijos aunque quisiera, el resto de su familia vive en Italia específicamente en Florencia.

— Jean, disculpa mi atrevimiento al preguntarte esto, pero si tú familia vive en Italia. ¿Por qué sigues aquí?

Él se me quedó mirando por un rato, luego bajó su mirada hacia un lado, sonrió y después regresó a mí.

— Sigo aquí porque me gusta, aquí tengo una vida, amigos, personas importantes para mi, además, me fascina la cultura de este lugar y por supuesto ¡Las latinas me encantan!

La cara de guasa que puso al decir esto último lo dejaba todo claro. Sin embargo, me sorprendí cuando agrego

—Si soy completamente honesto contigo Ámbar, no me llevo muy bien con mi familia en Italia. Ellos abandonaron a mi madre a su suerte solo porque salió embarazada de mí cuando estaban de vacaciones aquí. Mi padre estuvo por un tiempo con ella antes de que naciera, aunque después dejó a mi madre por otra mujer. Desde luego esa mujer le quitó todo lo que podía hasta que mi padre murió. Luego de eso, sólo éramos mi madre y yo, ella lucho por mí estando sola, me dió su apellido y trabajo todo lo que pudo para que creciera sin que me faltará nada.

Parecía que estaba rememorando su pasado tras su mirada al cielo.

— Cuando cumplí 4 años llegó un hombre que amó a mi madre, se enamoraron y se casaron. Hicimos una vida juntos y de aquí ya no me voy. Es irónico ¿No lo crees? Desde que mi madre murió tienen sentimiento de culpa y quisieron arreglar el problema que tuvieron con mi madre acercándose a mí, aunque eso no sirve de nada, por lo menos para mí no.

Me miró al decir esto último, sus ojos se mostraron serios por un instante.

— Soy unido a la familia de mi padrastro, somos pocos pero los amo, ellos sí son mi verdadera familia.

Al nombrarlos se le intensificó la sonrisa en su cara, dejándome totalmente descolocada al mirarla. Caminamos unos pasos más y siento que ahora me toca a mí hablar

— Nosotros somos una familia de seis, mis padres, mis tres hermanos y yo que soy la más pequeña de los cuatro, el mayor es Connor, luego siguen Christian, Christopher y yo. Todos somos distintos pero cuando se trata de la familia somos muy unidos. Mi mamá es ama de casa y mi papá es contador.

Nuestra trivial conversación hizo que el camino se hiciera más corto al local, y cuando llegamos Jean Pierre me llevó a sentarme en una de las mesitas redondas que están situadas afuera.

Mientras el iba por las bebidas yo me quede observando todo como si fuera la primera vez, me encanta este lugar, siento que es algo mágico. Veo la puerta de vidrio que da entrada a la luz adentro, el minibar y el chico que atiende muestra su experiencia al hacer varios pedidos al mismo tiempo. En las paredes hay tres mini pantalla plana que nos enseñan todas las bebidas, postres y demás que preparan ahí.

Alrededor hay más mesitas redondas ocupadas por parejas y unas mesas más grandes que ocupan algunas familias, pero todos están haciendo lo mismo, perdidos en sus conversaciones, se les ven felices pasando el rato aquí. Ojalá yo pudiera estar así en uno cuántos años, quizás celebrar el cumpleaños de mi hijo aquí, picar su torta rodeado de la familia y sus amigos... Darle todo mi amor y verlo crecer, ese anhelo va creciendo con mayor fuerza en mi interior, oprimiendo mi pecho.

De repente siento como unas manos que ya se han despojado de las bebidas toman las mías que están reposadas en la mesa, sin apuro levanto mi mirada y busco al dueño de estas manos que se sienten tan protectoras tomando las mías. Es Jean Pierre, está parado justo a mi lado quién me toma, busca mi mirada y con una de sus manos limpia mi lágrima, esa que no notaba que había abandonado mis ojos.

— Hey shhh no llores, no, no llores. — Lo dice tan calmado que siento que me da fuerza.

— Lo siento Jean Pierre, es que..

— No me pidas disculpas Ámbar, no tienes que. Solo es que no soporto verte llorar.

— Pero ¿Por qué me dices todas estas cosas? Si tú apenas me conoces. — Le suelto tan bajito que no se si me habrá escuchado.

— Te conozco, te llamas Ámbar Cabano, tienes la voz más dulce y la sonrisa más bonita que he visto en toda mi vida.

— Je' Estás equivocado. No creo que te haya sonreído hoy ni una sola vez y mi voz... Bueno una voz común.

Tardó un rato en responder, solo me miraba. Una mirada penetrante, intensa y desarmadora. Su dedo pulgar me acariciaba en dulces círculos la mejilla mientras su otra mano abandonaba mis manos para así ahora ambas sujetar mi cara.

— Ámbar... No sé cómo pero, cuando te ví allí sentada en el banco no pude resistir acercarme a ti. Y cuando me senté a tu lado vi en tu mirada algo que llamó más mi atención.

— ¿Que será? ¿Soledad? ¿Desilución? — El tono agrio y burlón con el que solté esas palabras hasta a mí me sorprendió. — Es solo que eres un hombre muy amable y empático que no puede dejar a una chica así. — le dije al cabo de un rato, al menos eso es lo que pienso ahora, supongo que a veces la primera impresión no es la correcta.

— No, no fue eso. — Contestó y nos quedamos en silencio. Los dos volteamos la mirada y luego el se sentó en la silla al frente de mi.

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