Mi único Destino
Mi único Destino
Por: Palmerita
Capitulo I

— Lo siento mucho Ámbar. — Lo escuché decir. — Has venido sola verdad. ¿Quieres que los llamé?

— ¿Como? — Eso fue lo único que pude pronunciar.

— Siempre que lleves el embarazo lo más tranquilo que puedas, podrás terminarlo. Aunque ya sabes cuál es mi posición y aún estás a tiempo de tomar la decisión.

— ¿Jesús que puedo hacer? Tu mejor que nadie sabes mi caso, no quiero...

No pude terminar, sentía como mis ojos se llenaban poco a poco de lágrimas.

— Verás Ámbar, me parece increíble, muy maduro y sobre todo valiente que desees tener a este bebé. Pero, si decides no abortar estás poniendo en peligro tu vida y la del bebé. Temo que no puedas con todos los cambios que genera un embarazo. La presión que sentirás, el peso, el cansancio. — Afincó su mirada en mí — En palabras sencillas Ámbar, tu corazón bombeara mucho más sangre por minuto lo que hará que aumente la presión por no decir lo demás para que el feto se pueda desarrollar

— Bebé Jesús, — Le recalco — Aunque sea solo un pequeño granito ahora, es mi bebé.

— Lo siento — Su mirada al contrario de lo que me esperaba, se volvió un poco dura — Se que no deseas escuchar esto, Pero quiero que entiendas que si ahora no puedes hacer esfuerzo, menos podrás hacerlo durante la gestación. Es extremadamente delicado y aunque consigas llegar a dar a luz ¿Ya has considerado lo que viene después? La gravedad de continuar con el embarazo y...

— Jesús, — No lo dejé terminar — Sólo dime que puedo hacer para poder tener a mi bebé. Se que me valoras y que priorizas mi bienestar por encima de todo, pero es exactamente como dices, no quiero escuchar lo que ya sé, que sufro de insuficiencia cardíaca, que cada dia es un regalo para mi, que no puedo hacer ningún maldito esfuerzo porque entonces no respiro, que soy una muchacha de 23 años y a mi edad puedo programar un embarazo más adelante «con el papá de la criatura sería estupendo» que mi embarazo conlleva un alto riesgo y

— ¿Ámbar?

— Hey Ámbar ¡Calma! ¡Respira!

Estoy tan sumida en el peso de mis propias palabras que no he escuchado cuando me llama.

— Si, lo siento, dime — Digo notando claramente su preocupación. Pero ¿Qué puedo hacer? Ahora tengo muchas cosas que pensar y no, no tengo mucho tiempo para eso.

— Está bien, respetare tu decisión, en el fondo lo sabía, por más que lo intente no te haré cambiar de parecer, te conozco mi niña. — me repone en tono conciliador —Bueno, yo pertenezco a una asociación de cardiólogos-obstetra/ginecólogos. Tu caso como bien sabes es bastante particular, por eso te voy a recomendar con un colega. Él es especialista en el área y seguro que asistirá a tu embarazo, pero no dejes pasar mucho tiempo.

Tomo la tarjeta que éste me indica y leo

Doctor Etienne Di' Maggio

«Especialista ginecobstetra»

— Gracias Jesús.

— Ámbar, soy tu médico desde hace años, quiero que sepas que lo que vendrá ahora no será fácil pero te ayudaré en lo que pueda.

— Gracias — Logro responder, siento que estoy flotando en el aire, no siento el piso bajo mis pies, no me puedo parar, no siento mi cuerpo, estoy totalmente ida — ¿Cu...cuánto es la consulta?

Mientras me volteo para agarrar mi bolso, lo escucho descolgar el teléfono para hablar con su secretaria.

— Ya sabes que no necesitas cancelar nada — Dice mientras marca el número — Si Annette, la señorita Ámbar ya cancelo la consulta. Por favor le entrega a la salida los medicamentos que le estoy recetando en el informe.

— Gracias Jesús, no sabes cuánto te lo agradezco.

— No me agradezcas nada Ámbar, créeme si pudiera hacer más lo haría, pero por ahora esto es lo único. Toma, sigue estás indicaciones al pie de la letra, por lo menos hasta que tengas la cita con el doctor Di' Maggio. Y por favor, mantenme informado sobre todo y cuando digo todo Ámbar, es TODO.

— Si, cuenta con eso.

Agarro el bolso para salir pero freno el paso cuando lo escucho decir

— ¡Ah! Y Ámbar, mientras más rápido hables con la familia sobre esto mejor. Ahora no te puedes dar el lujo de ataques de nervios, ansiedad ni estrés. Todo eso influye por poco que sea. Debes estar tranquila, de ahora en adelante toma las cosas con calma. Disculpa que te hable así, pero es la única manera.

— No te preocupes — «No llores Ámbar no llores, no te hace bien» Eso es lo que me vengo repitiendo todos estos días — Hoy mismo hablaré con ellos.

— Si me necesitas allí estaré.

— Gracias. Ehh creo que mi padre te llamará cuando lo sepa. Se molestara porque no le hablaste de esto antes, eres su amigo y...

— Tranquila, el es mi mejor amigo pero tú eres mi paciente y además ahijada. Lo sabré llevar.

Una vez salgo por la puerta, bajo las escaleras y voy directo al puesto de la secretaría, está me mira y sonríe. No es una sonrisa falsa, la verdad me agrada, me sube un poquito mi ánimo.

— Aquí está el informe Annette. — Se lo doy y me hace señas al mueble para que espere mientras ella se dirige al almacén.

¿Que voy a hacer?... Mi familia me quiere, eso no lo dudo, pero se sentirán decepcionados. ¿Y mis hermanos? Oh dios los voy a matar de la tristeza... No, ellos me matarán hasta que les diga quién me embarazó.

— Señora Ámbar aquí tiene sus medicinas. — La voz de la secretaría me saca de mis pensamientos.

No me pasa desapercibido ese “Señora” cuando entré era señorita, ahora soy señora. Definitivamente, el que ahora esté embarazada cambia hasta la manera de referirse a mi.

— Gracias Annette. Feliz día.

— Igualmente. — dice ella sin prestar más atención de la debida. Toca el botón para que se abra la puerta y tilín.

Cuando escucho ese sonidito nada dulce, abro la puerta y salgo del edificio. Es un día cálido, checo mi reloj y muestra las 15:46 he estado dos horas en la consulta... ¿Ahora que hago?

Por un momento lo pienso, hasta que decido irme caminando, mi casa no queda lejos, apenas unas diez cuadras y así me da tiempo para pensar. Paso las primeras seis caminando tranquilamente, sin agite ni apuro por la acera hasta que veo el parque, ese que mi padre me traía cuando estaba pequeña y al que los chicos y yo vinimos la tarde que supimos de mi situación de salud, recuerdo ese día «digo como olvidar cuando te dicen que tienes un corazón delicado que con cualquier maldito susto se debilita, que se vuelve fragil con el pasar de los años y que me prohíbe hacer cualquier actividad física con la que soñé alguna vez hacer» Si bueno, como olvidar ese día. Ellos me sacaron de casa, me trajeron aquí y nos sentamos justo en este mismo banco al que ahora me siento.

Supongo que recordar me llevó inconscientemente hasta aquí, veo todo alrededor, hay pocos niños en los columpios acompañados de sus familiares, dos niñas riendo alegremente y un joven que parece ser el hermano mayor de ellas ayudándolas en el tobogán, veo el barco que me parecía enorme cuando estaba en esa edad y ahora se ven tan pequeño lleno de pelotas por dentro, un niño que está jugando con el timón diciendo que se dirigen al fondo del mar y nada más mirarlo me hace sonreír, me saca de mis pensamientos. Así estoy por un largo rato, sumida en lo que observo a tantos niños jugando, están en su propio mundo y yo deseando volver a sentir eso, las caídas, los gritos de sorpresas, el éxtasis del momento, todo eso.

Creo que alguien se ha sentado junto a mí, más no le prestó atención. Debo pensar en como decirle a mi familia, tal vez...

“Hey familia ya llegué de la consulta, la razón por la que no deje que nadie me acompañará hoy es porque no quería que se enteraran por otro, resulta que...”

— Mmm ¡Hola!

No, esa no es la manera, piensa Ámbar piensa. ¡Ya! Primero llama al doctor pide una cita y allí sí, cuando tengas todas las indicaciones se los dices. Mejor presentar el problema y la solución al mismo tiempo.

— Holaaa...

Cojo el teléfono de mi bolso y busco la tarjeta que me dió Jesús... Estoy tan nerviosa que me tiemblan las manos cuando marcó el número.

Tuuu, tuuuuu, tuuuuuu.

›› Consultorio del doctor Etienne Di' Maggio ¡Buenas tardes!

Huy hasta que por fin.

— Buenas tardes señorita, para programar una cita con el doctor Di' Maggio.

›› Me indica su nombre por favor.

— Si, claro. Mi nombre es Ámbar Cabano, soy paciente del doctor Jesús Mcquoid, él me está recomendado. ¿Qué día tendrá disponible el doctor?

›› Listo señora, el doctor la atenderá el día jueves a las díez am. Si necesita reprogramar su cita por favor indique con tiempo.

El jueves ¡Perfecto! Pasado mañana.

— El jueves es perfecto señorita, gracias.

¡Lista la primera parte del plan! Pero me sabe mal no decirle a mis padres. Al fin y al cabo siempre han respetado mis decisiones... Claro, está es que si decido tenerlo existe la gran probabilidad de que muera... ¿Y si decido abortarlo?.. Nooo, no pienses en eso, no, tu no le harías eso al bebé que está dentro de tí, pobre pequeño que no tiene la culpa.

— Ejem... Holaaa

¿Mmm? Será para mi... Cuando volteo mi mirada hacia donde proviene el saludo, me encuentro con un par de ojos color miel que me observan detalladamente.

OHHH demonios, estoy tan metida en mis pensamientos que el saludo iba para mí.

— Hola, ehh si ¿Necesitas ayuda? — Es lo único que se me ocurre decirle, ese par de ojos siguen fijos en mí y están logrando ponerme más nerviosa de lo que ya estoy.

— Creo que la que necesita ayuda es otra. — Me dice este chico, no tan chico. Se ve un poco mayor que yo, pero es muy guapo, cabello castaño, largo y rizado lo tiene sujeto con una goma tipo man-bun degradado, la camisa azul que tiene lo hace ver más de piel canela, lo detallo y pareciera como si hubiera ido a la playa recientemente con ese bronceado que tiene, anda con pantalón negro y zapatos deportivos. Se nota que entrena o hará algo para que se le marquen los músculos así como los tiene. Nada más mirarlo ya intuyo como es; Casanova al cien, que digo al cien, al mil porciento.

— Mmm no, creo que te equivocas. — Al decir esto, agarro mi bolso y me voy parando del banco.

— ¡Espera! — Me detiene sujetándome por el antebrazo — No lo dije a mal. Es que te veo desde hace un momento y te he llamado varias veces pero estabas como perdida.

«Perdida» ... Sí, supongo que así es como me siento, perdida en un profundo mar de dudas.

— Si, disculpe tengo que irme ya. — Debo llegar pronto a casa, si tardo más empezarán a llamar y no les quiero mentir por teléfono.

— Espera, solo quería preguntarte una cosa. ¿Estás bien?

Que hechizo me causa su voz, no lo sé, aunque denotaba una sincera preocupación en esas dos palabras. Pero ¿Por qué? si es un completo extraño, no entiendo. Suspiré — Sí, estoy bien.

No sé si fue mi suspiro, mi mirada baja o solo su empatía la que hizo que ese hombre se levantara del asiento, acortara la poca distancia que nos separaban hasta pararse justo en frente de mí, fijara su cara en dirección a la mía y decirme

— Hey no mientas — Su tono de voz es dulce, suave y la tranquilidad con la que me habla me inspira confianza. — Llevo un rato observando y no creas que es porque soy un psicópata obsesionado — Dijo guiñando un ojo — No, es que te veo y tu mirada me dice que estás triste y tengo la necesidad de poner una sonrisa en esa cara tan bonita que tienes.

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