—Per la bella signorina. —Un hombre de ojos negros enormes y una amplia sonrisa, tendió una hermosa rosa roja ofreciéndosela a Engla quien amablemente se la aceptó agradeciendo con una hermosa sonrisa.
—Toma tu rosa. —Einar se la quitó de las manos a Engla y se la devolvió al hombre. —No le regales flores a la mujer de un hombre y menos cuando va con él. —Le gruñó con las venas del cuello hinchadas por la rabia de que un estúpid0 le esté dando rosas a su mujer.
—Oh, tranquilo caballero, es solo un gesto de amabilidad. Debería calmarse. —Eso para Einar fue como si le aseguraran que le arrebatarían a la mujer a su lado.
—¿Qué tal si me relajo moliéndote a golpes y empujando esa maldita rosa por donde nunca antes te han metido algo? —Amenazó dondo un paso adelante, Engla tiró de él levemente, pero Einar está muy ofendido y cabreado por la acción del hombre.
—Tranquilo, no hay por qué ponerse de esa manera, signore. —El hombre sonrió un tanto antipático.
—¿No hay por que ponerse así? —Gri