5

Para cuando llega el viernes por la noche y aún no me han llamado, no me quiero desanimar, me dieron una semana de plazo para recibir algún tipo de respuesta. A modo de darme ánimos y de celebrar que ya es viernes, me veo de nuevo en el bar del polígono con una cerveza en la mano.

—Venga, ¡anímate! —me dice Tina—. Sino es en esa empresa será en otra.

—Ya...

—No es solo eso. Está así por lo de Blake —se entromete Lilly y me mira tan de cerca que le veo hasta las pecas con esta mala luz.

Ni yo sé qué de todo es lo que me tiene así.

—¿Y qué es lo de Blake? Según tú —digo, igual así me ilumina.

Abre los ojos y los brazos, casi le tira su cerveza a un tío que nos mira mal.

—¡Por favor, Gina! Blake y tú estáis echos para estar juntos. Él sale con una tía que hasta tú sabes que es tu reemplazo y tú saliste con un hijo de puta que se asemejara a él. ¡Tina! Dame la razón —le exige—. Gina, nunca has dejado de estar enamorada de Blake. Jamás he visto una relación como la vuestra, eráis perfectos y todo el mundo os tenía envidia. ¡Tina!

—Tina, ¿qué? —replica ella.

—Que me des la razón —le dice.

Y mientras yo me río, sé que tiene razón. Lo admití un par de veces con mis amigas de la universidad, que yo quería a Blake, pero no tenía pensado volver y lo mejor era encontrar a alguien que pudiera parecerse a él. Danny se parece a él, es un chico malo (es mala persona), tenía algunos tatuajes y se volvió tan obseso que se tatuó mi nombre en el cuello.

Por suerte estamos pegadas a la barra y puedo pedirme una cerveza más, y otra después hasta que el alcohol me pega lo suficientemente fuerte para no dejarme pensar. Solo me lo quiero pasar bien. Cuando ya estamos algo mareadas y tenemos que ir al baño, pasamos junto a las mesas de billar que parece que siempre están apropiadas por Blake y su panda, y su novia.

—¿Qué pasa, Gina? —me saluda Josh y le doy un fugaz abrazo.

—No está solo ella, ¿sabes?

Dios. ¿Se van a poner a discutir? Necesito ir al baño.

—Ah, pelirroja, ¿pero tú no estás siempre ocupada con esos niños? —le discute él.

Escucharlos discutir me hace reír y no lo disimulo, hasta que levanto la mirada y encuentro la oscura de Blake. Puede que Lilly tenga razón... O que el alcohol no me esté sentando bien.

—Vamos, por favor, me lo voy a hacer encima —me suplica Tina.

El baño es un asco y cuando termino la primera decido esperarlas en el baño. Cierro los unos un simple segundo y cojo todo el aire que puedo. Debería haber bebido menos, demasiadas cervezas. Se me ocurre la idea de abrir la puerta trasera para coger algo de aire, pero lo deshecho.

Alguien se me adelanta. Me coge con fuerza del brazo, con tanta fuerza que casi me caigo cuando me arrastra a la calle. Se me cae el bolso dentro del bar con todas mis cosas dentro.

—¡Hey! —chillo—. ¿Qué coño haces?

Sin embargo, la valentía me dura hasta que le veo la cara.

—Joder, ¿sabes lo que me ha costado encontrarte? —Me aprieta más y más el brazo, si me zarandeo me duele más.

—¿Qué haces aquí?

—Te llevo buscando semanas. He tenido tiempo de recapacitar y ahora que la orden de alejamiento ha expirado podemos...

—No quiero nada contigo, Danny.

No quiero que esté aquí, no quiero que vuelva a molestarme. ¿Cuánto tiempo lleva siguiéndome de nuevo?

—Nena...

—Por favor, suéltame. Me haces daño —le pido como la sumisa que solía ser. No quiero esto, no de nuevo.

Se le enciende la cara y me hunde más sus dedos en el brazo, tiene las uñas cortas de alguna forma consigue dejármelas marcadas en la piel. Está enfadado, veo que su terapia para el control de la cólera no ha servido.

—¿Y sabes el daño que me has hecho tú largándote de casa? ¿Sabes la cara de gilipollas que se me ha quedado cuando he visto que el piso vuelve a estar en alquiler? Solo he querido intentar hacer las cosas bien pero tú no me dejas.

—Danny, por favor... —intendo zafarme de su agarre pero me tira con tanta fuerza que me hace gritar.

—No grites, joder. Camina, tenemos cosas que hablar.

No puedo luchar contra su fuerza pero me entra tanto pánico al ver como me arrastra hasta su coche...

—No no no no no —repito y encajo los tacones de mis botas en la arena intentando que eso me frene, pero solo consigo tambalearme—. Danny, por favor... Hablamos aquí fuera por favor. Por favor.

Ha estado enfadado muchas veces, esto ha pasado muchas veces. Le gustaba montarme en el coche y dejarme tirada en cualquier gasolinera lejos de casa a modo de castigo. Me hacía suplicarle para que no lo hiciera.

—Entra en el coche.

—No.

—Que no me lleves la contraria. ¿Quieres que te meta yo? Entra.

Me amenaza con todo, con su cuerpo grande, con sus ojos oscuros soltando fuego, con la vena del cuello tan marcada que atraviesa la tinta que forma mi nombre. ¿En qué momento decidió tatuarse eso? ¿Y por qué a mi me gustó en su día?

Hago fuerza con los pies, me tuerzo un tobillo y duele como mil demonios, mi pequeño grito hace que su agarre se suavice y casi consigo soltarme. Estoy tan a punto que para intentar que me suelte del todo le doy un pisotón en el pie. Es tan repentina la forma que tiene de levantarme la mano que me encojo en mi misma.

Antes de que llegue siquiera a tocarme escucho como cruje la grava del aparcamiento. Alguien grita algo y me lo quitan de encima. Cuando abro los ojos ya no tengo a Danny delante, sino la espalda ancha y tenas de Blake.

—¿Y tú quién coño eres? ¿Ya te vas de zorra con otros?

Me engancho al brazo de Blake y tironeo.

—Vámonos, por favor.

—¿Y tú quién coño eres? —contraataca Blake y me quita de su brazo—. Vuelve dentro, Gina.

—No, vámonos, por favor.

Estoy llorando como no quería volver a llorar.

—Gina, sube al puto coche —me ordena Danny y le da un golpe tan duro que sacude el coche—. Ahora.

—No va a ninguna puta parte contigo.

—¿O qué?

<< Ay Dios >>

Escucho más pasos, al girar la cabeza veo a casi todo su grupito acercarse, y a las chicas que ya saben que es Danny porque les he enseñado fotos.

—¡Gina! —chilla Lilly—. Ay, Dios, ¿estás bien?

Lleva mi bolso entre las manos y lo veo entre las lágrimas. Entre lágrimas también veo como Danny saca algo que destella de su bolsillo y el corazón se me sube a la boca. No tengo mucha fuerza pero sí la necesaria para empujar a Blake. La navaja de Danny me pasa rozando por la espalda.

Y todo pasa tan rápido... Blake le coge por el cuello, a Danny se le cae la navaja y todos se nos acercan para intentar separarlos.

—¡Blake! —grito pero no puedo sujetarlo por ninguna parte.

—Joder, Gina, apartáte —me dice Josh—. ¡Lilly, joder, sácala de aquí!.

Lilly intenta alejarme pero yo no me muevo, intento separarlos también. Son hombres grandes enfadados, me llevo unos codazos en la trifulca. Todo se llena de gritos, de tiras y afloja, pero siento que pasa una eternidad hasta que los amigos de Blake consiguen empujar a Danny y retenerlo.

Con la pelea más estable Lilly por fin me puede quitar de enmedio y soy más consciente de lo mucho que me duele el tobillo y el brazo.

—Que no me toques, joder —escucho que gruñe Danny.

—Cierra la puta boca —brama Blake y en un santiamén su mano está en mi espalda—. Nos vamos.

—¿Y qué hacemos con este? —pregunta uno de sus amigos.

—Ya nos ocupamos nosotros —dice Josh—. Llévatela de aquí.

Lilly me mira y me pasa mi bolso. Tina intenta dejarme su chaqueta pero no la quiero, no tengo frío, solo quiero irme. No dejan de preguntarme si estoy bien hasta que llegamos al todoterreno de Blake.

—Mañana hablamos, ¿vale? —me dicen y yo asiento.

Mientras Blake rodea el coche para sentarse tras el volante, yo me bajo la cremallera de mi bota y siseo de dolor.

—Ponte esto por encima, hace frío.

Me deja su chaqueta en el regazo y la uso como manta. Me aplasto contra la puerta del coche y me veo por el retrovisor con todo el maquillaje corrido, me lo quito con los dedos.

Sé que me mira pero no dice nada. Llegamos a un edificio de ladrillo rojo con grandes ventanales, es una buena zona para vivir. Blake baja del coche, yo no digo nada, me calzo mi bota y su chaqueta, y sujetando mi bolso apoyo los pies en el suelo.

—Espera, no te muevas —dice, su voz corta la noche.

Me coge en brazos, no me suelta ni para abrir la puerta del edificio ni para después de tres pisos en ascensor, abrir la puerta de su apartamento. Me deja sentada en el sofá de cuero negro y me quita las botas y los calcetines. Desaparece por una puerta y cuando vuelve, me pone una pomada en el tobillo y una venda tensa. No sé si es para tanto pero se lo agradezco.

—Gracias —susurro.

—Te dejaré algo para que estés cómoda.

Yo asiento con la cabeza. Lo que me deja es una camiseta suya y me acompaña hasta la puerta del baño. Cuando me quito su chaqueta veo el moretón que empeizo a tener en el brazo. Mientras me desnudo y solo me dejo las bragas bajo su camiseta, no dejo de pensar en todo lo que tengo que hacer ahora. Mi madre me ayudó a pagar al abogado el año pasado y tendrá que ayudarme otra vez a renovar la orden de alejamiento. La otra razón de mi vuelta es referida al término de esa orden.

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