Libre, ¿finalmente?
Adeline pensó que era su fin cuando el militar le ordenó quitarse la mascada que cubría la mitad de la cara. Ante esto, no le quedó de otra que aceptar que había fallado en su escape y revelar su identidad a esa persona. «¡Ah! Estoy acabada, no soy tan hábil en este tipo de cosas, así que tendré que regresar a ese palacio donde me espera la muerte», pensó con impotencia, al tiempo que se descubría el rostro.

Cuando ella se retiró la mascada, el militar se sonrojó al descubrir las hermosas facciones de la pasajera y rápidamente se disculpó.

—Perdone mi rudeza, señorita, pero tenemos la orden de confirmar las identidades de los pasajeros. Por lo tanto, podría decirme cuál es su nombre —pidió galantemente.

«¿Cómo? ¿Este hombre no me reconoció? ¿Acaso jamás ha visto el rostro de la emperatriz? En ese caso, creo que puedo darle una identidad falsa, me parece que robé la identificación de la dueña de esta ropa. Como no tiene fotografía, tal vez me sirva para despistar a esta persona», pen
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