Cuando reconoció la voz, Adeline se levantó de golpe y dirigió su mirada hacia donde se encontraba esa persona. Incrédula de tener a Ashal frente a ella, balbuceó.—Tú… tú… tú… ¿Por qué estás aquí? A Ashal no le agradó este recibimiento, así que se acercó peligrosamente y respondió.—Estoy aquí para llevarme a mi esposa a casa.Sintiéndose acorralada, Adeline dio unos pasos atrás, en un intento por escapar de las garras de ese peligroso hombre, y balbuceó.—¿Qué? ¿De qué estás hablando?Sin embargo, Ashal fue más rápido y, atrapando las frágiles muñecas de su esposa contra la pared, cuestionó con fiereza.—¿Quién te crees para abandonar al gran Ashal Dunesque?La mirada filosa de su marido estremeció a Adeline, que por un momento dudó en enfrentársele. Sin embargo, recobró el valor al recordar su misión y replicó con dignidad:—Majestad, ¿qué actitud es esa contra la sacerdotisa de este templo? ¡Suélteme o recibirá el castigo divino!Impactado por la actitud osada su esposa, Ashal af
—Y por el poder que me confiere el imperio Mont Risto, los declaro marido y mujer. Cuando escuchó esto, Adeline parpadeó aturdida. Antes de preguntarse qué acababa de pasar, se estremeció al ver frente a ella al imponente Ashal Dunesque. «¿Qué m****a? ¿Esto es un sueño? ¿Cómo es que estoy aquí?», se preguntó mentalmente, pero antes de poder hablar, el fornido hombre se acercó para "consumar" la unión con un beso gentil. Adeline se congeló ante este repentino gesto y volvió en sí cuando el juez dijo de repente: —Bien, celebremos por este nuevo matrimonio. En ese momento los presentes estallaron de júbilo, lo que sorprendió bastante a Adeline, que seguía perturbada con lo que estaba pasando frente a ella. «¡Un momento! ¿Acaso esto no lo vi antes en... una novela?», pensó y al instante vinieron a su mente recuerdos de su pasado. Ella era una mujer treintañera, de nombre Mercy Brown, que trabajaba como editora de un periódico. Debido a que todo su tiempo era consumido por la compañí
Los presentes dirigieron su atención hacia el fondo del salón, donde estaba una joven de unos 18 años, tez apiñonada y ojos claros como un felino. Ella lucía realmente furiosa, y cuando atrajo la atención de todos, dio enormes zancadas hasta que llegó frente a Ashal. —¿Estás presumiendo que te libraste de mí? El frío hombre alzó una ceja de desconcierto y respondió. —¿Qué dices? —¿Ahora te haces el desentendido? ¡Todo este tiempo me usaste para satisfacer tus bajos instintos y luego me tiraste como basura, solo para casarte con esa desabrida! —señaló desdeñosa a Adeline. Sorprendida por la intromisión de la antagonista, la joven pensó distraída: «¡Cielos! Jamás imaginé que Geraldine sea tan preciosa, en la novela no hacen justicia a su belleza». En tanto, Ashal cruzó los brazos y volvió a hablar con frialdad. —¿Por qué pensaste que lo nuestro era verdadero? Si mal no recuerdo, tú misma te ofreciste a convertirte en mi concubina, jamás te prometí que serías mi esposa. Tal respu
En el momento en que se encontraron solos, Adeline se congeló al tener enfrente a ese hombre de mirada penetrante y cuerpo robusto. Antes de decir algo, el frío sujeto le hizo una señal para que se acercara, gesto que perturbó a la joven, que sintió escalofríos de solo imaginar lo que su marido planeaba hacer con ella. —¿Qué esperas? Ven —ordenó con voz ronca, que hizo estremecer a la delicada señorita. Temerosa, se acercó lentamente, pero justo cuando llegó a la cama. Ashal la arrastró hacia él y, mirándola con lascivia, dijo: —¿Sabes lo que vamos a hacer esta noche? La ingenua niña tembló de miedo y murmuró. —No, mi señor... Solo me dijeron que me dejara llevar. —¿Solo eso? —preguntó seductoramente el imponente hombre. —Es... mi deber... como esposa... complacerlo —dijo débilmente Adeline, casi a punto de llorar de nerviosismo. Ignorando los sentimientos de la temblorosa joven, Ashal la arrojó sobre la cama y se puso encima de ella, para después decir con malicia. —Preciosa,
Indignada, Adeline regresó a la cama y se acostó balbuceando maldiciones en contra del atrevido soldado que se atrevió humillarla de esa manera. —Juro que mañana me encargaré de que ese desgraciado no vuelva a pisar este castillo. ¡Arg! Sabrá de lo que soy capaz. Mientras se quejaba ante el hecho de que había un testigo de que su matrimonio aún no se había consumado, comenzó a recordar aspectos de la trama “Dominando al gran Ashal”. —¡Arg! Todo esto es una pesadilla, ¿por qué todo es diferente a la novela? Cuando la leí, el verdadero Ashal era demasiado insaciable y la mayor parte de la trama relata los encuentros en la cama, ¿por qué es distinto ahora? No lo entiendo, esto es demasiado frustrante, ¿algún día tendré mi encuentro candente con este portento de hombre? —se quejó. Tras dar varias vueltas al asunto, finalmente pudo dormirse. Sin embargo, sus sueños la llevaron a un extraño lugar donde se vio a sí misma. —¿Quién eres tú? ¿Dónde estoy? —se preguntó confundida. Su reflej
—¡Más respeto a su majestad, sucia concubina! —reclamó Annie indignada. Esto no intimidó a Geraldine, que chasqueó la lengua con ironía y señaló desdeñosa. —¡Bah! El título de emperatriz es nada. Si no puede complacer a Ashal, dudo mucho que Adeline pueda mantener su atención. ¿No creen? Este comentario causó gracia a sus acompañantes y algunos guardias, quienes rieron disimuladamente. «Parece que ella sigue a su personaje, aunque la escena es completamente distinta», rememoró Adeline, que prefirió mantenerse callada y esperar el momento para atacar. En tanto, Annie volvió a interceder por su señora. —¡Deja de decir tonterías! El emperador no es esa clase de hombres que despreciaría a una joya valiosa para perder el tiempo con cristalería barata —señaló esto último con desdén. Adeline estaba sorprendida por la lengua tan filosa de su asistente, que sonrió orgullosa por contar con el respaldo de alguien así. En tanto, Geraldine apretó los dientes de rabia y volvió a atacar sin m
A pesar de que minutos atrás habían actuado con complicidad, después del incidente con las ex concubinas, Ashal no dijo ninguna palabra el resto del camino. Esta actitud fastidió bastante a Adeline, ya que no podía acercarse de alguna forma para cuestionarlo por su lo ocurrido la noche anterior. «¡Arg! ¿Por qué está tan callado? Ni siquiera puedo mirarlo a los ojos, me siento intimidada con su actitud tan fría. Es completamente distinto al personaje que conocí en el libro», pensó frustrada. Cuando finalmente estuvieron frente a la puerta del salón principal, Ashal se detuvo de golpe y dijo con seriedad. —Supongo que estarás ansiosa por estar en tu primera audiencia como mi esposa. No te preocupes, solo presta atención a lo que sucede y no digas nada. ¿Entendido? Si bien era cierto que Adeline estaba nerviosa por la reunión, eso no era lo que más le preocupaba, ya que aún seguía pensando en lo ocurrido con Geraldine y su fallida noche de bodas. —Sí, querido esposo —respondió con u
La actitud patética de aquellos lores enfureció más a Ashal, que decidió ser más directo en sus ataques para expulsar de una vez por todas a los corruptos que perjudicaban al imperio. —Así como son capaces de señalar sin fundamento a mi esposa, me gustaría que ustedes me den una razón creíble sobre lo que ocurre con las recaudaciones —señaló con frialdad. Los presentes sintieron escalofríos con el llamado de atención, que no se atrevieron a responder. «¡Maldita sea! El emperador parece saber algo, ya que nos señala directamente», pensó lord Gerritsen con pánico. Mismo pensamiento tenían el resto de los caballeros que se habían manifestado en contra de la nueva emperatriz, que mantuvieron sus rostros alejados de la mirada intimidante del emperador. El frío hombre sonrió malévolamente al ver a esos sujetos delatarse a sí mismos y continuó amagando para que ellos mismos confesaran sus delitos. —¡Señores! Les pido por las buenas que respondan o, de lo contrario, no estoy seguro de