—¡Es hora de despertar! —exclamó la voz de Kendra, a través de los altavoces del departamento, acompañada por una melodía que poco permitía un despertar tranquilo y relajado.
Nancy se despertó de un sobresalto, con el corazón palpitando. Desorientada, miró a su alrededor, recordando que la noche anterior se había quedado a dormir en casa de Amy.
Bostezó y se incorporó en la cama que compartía con su amiga, notando que esta no se encontraba a su lado. Frunciendo el ceño, se levantó de la cama y se encaminó hacia la cocina, desde donde provenía un intenso aroma a café sobrecargado.
—Gracias, Kendra —dijo Amy, divertida, al ver a su amiga con el rostro enrojecido, con la marca de la almohada en su mejilla derecha y el cabello despeinado.
—Buenos días, Amy querida —repuso Nancy, mirándola con cara de asesina serial—. Me alegra que seas tan considerada y me hayas despertado tan amable y dulcemente —agregó, mientras se encaminaba hacia la cafetera.
—Lo siento. —Rio su amiga—. Intenté desper