227. LA GOBERNANTA

César le echó una última mirada a su pequeño y salió, pero se detuvo, giró sobre sus pasos y se dirigió a la habitación de Fenicio. En el pasillo, se encontró con la señora Azucena, quien llevaba un vaso de leche en la mano.

—Hola, señor César. ¿Javi sigue despierto?— preguntó al encontrarse cara a cara. —Le traje un vasito de leche caliente para que pueda conciliar el sueño. Ha estado llorando mucho últimamente.

César la miró sin entender. La gobernanta le había asegurado que el niño había estado durmiendo bien, por lo que miró a la madre de Mía desconcertado.

—¿Llorando? —preguntó incrédulo.

La habitación de Javier estaba justo al lado de la suya, mientras que la habitación de la señora Azucena quedaba al final del pasillo. ¿Cómo era posible que ella hubiera escuchado a Javier llorar y ellos no? La señora Azucena pareció sorprendida por la reacción de César.

—Sí, señor César. He escuchado a Javi llorar aterrado varias ocasiones durante la noche —contestó Azucena. — Pensé que
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