Antonella miró su celular. Lo había apagado y dejado sobre el velador para no ceder a la tentación de llamar a Leo. Durante todo el día, su teléfono no había dejado de sonar con mensajes de Leo, diciéndole cuánto la extrañaba y cuánto deseaba hablar con ella. No había respondido a ninguno de ellos.
Sienna entró a la habitación y Antonella alejó la mirada del aparato.
—Estoy lista para comenzar.
—¿Vas a mudarte a algún lugar? —preguntó al verla cargar una bolsa que parecía que podía explotar en cualquier momento.
—Ja, ja, ja. Muy graciosa.
Antonella sonrió, a pesar de que no estaba de buen humor. No quería comportarse como una aguafiestas y arruinarle la noche a su gemela, en especial cuando ella estaba haciendo su mejor esfuerzo para distraerla.
—Hace mucho que no teníamos una pijamada —dijo Sienna con una sonrisa radiante.
Su gemela le hizo agarrar dos copas y luego sacó la botella de vino de la cubeta con hielo que había dejado en el suelo unos minutos atrás.
—Esta noche vamos a beb