Sollocé incontrolablemente, agarrándome con fuerza de su mano. El pecho de Noah se agitó una vez más antes de que un suave susurro escapara de sus labios. Él yacía quieto e inmóvil, conmigo todavía llorando en su mano.
—¡Noah! —Lloré—. ¡Noah, por favor respóndeme! ¡Te lo ruego, por favor! Pero No