Cynthia no esperaba encontrar a Daniel ese domingo por la mañana. Lo vió al otro lado de la verja de su consultorio, esperando con las manos en los bolsillos y esa expresión medida que solo usaba cuando quería parecer más calmado de lo que estaba.

Habia tenído días de mucha tranquilidad... con él.

—¿Puedo hablar contigo un momento? —preguntó, apenas ella se acercó, buscando las llaves de su consultorio.

—¿Es urgente o es cortesía? —respondió ella, sin detener el paso, abriendo la puerta—. Mi abogada está al tanto de lo que quieres intentar hacer.

—Es por Clara y Estrella.

Eso bastó para que ella lo mirara de frente.

—Eso es nuevo... —respondió, entrando al lugar y encendiendo las luces.

Hoy estaba cerrado, ya que los domingos eran más que todo familiares y en caso de emergencia, ella acudiría a sus pacientes. Eso, de ser muy necesario. Él se quedó de pie, sin sentarse, como si el cuerpo no le permitiera relajarse.

Siempre era así de exagerado.

—Quiero pasar un día con ellas —dijo fin