La ventana del coche se bajó, y la brisa fresca de la noche entró, haciendo que ambos se sintieran un poco más tranquilos.
Carlos apoyó una mano en el borde de la ventana. —Voy a pensarlo, lo de Carmen, después de todo, Sara tiene deudas con ella.
Al escuchar esto, no me sorprendí.
En su mente, lo único que le importaba era el daño que otros le hicieron a Carmen, sin preocuparse por el daño que ella causó a los demás.
¿Estaba con Carmen solo por culpa?
Si él había acompañado a Carmen a la fiesta de despedida, entonces estaba reafirmando ante el mundo entero que Carmen era su mujer.
Mientras tanto, mi intento de llevarlo a cenar solo había sido una actuación.
Carlos ya había tomado su decisión desde hace tiempo.
Aunque me mantuviera a su lado de manera tan dominante, él no me elegiría a mí.
Me aparté con esfuerzo de sus brazos. —Regresemos.
—¿Te enojaste ya? —Carlos sonrió suavemente, levantando la mano para acariciar mi largo cabello cerca de la oreja. —¿Por qué no te enojas