El sonido de la tela ligera desgarrándose era casi insignificante, pero para mí resultó extremadamente ensordecedor.
Mi hombro quedó al descubierto, y solo cuando la fría brisa me rozó el brazo, sentí el dolor sordo en la piel.
Alguien, mientras me jalaba, apretaba mi brazo intencionalmente y rasgaba mi ropa.
—¡Ella hasta ayuda a una amante, no tiene vergüenza! ¡Vamos a quitarle la ropa y ver si sabe lo que es la vergüenza!
Por un momento me quedé atónita. Siempre se dice que las chicas apoyan a otras chicas, pero también es cierto que las chicas entienden las debilidades de otras chicas.
Saben lo que una mujer aprecia y lo que le puede causar vergüenza.
En el pasado, había tratado casos de acoso escolar, en los que algunas chicas acosadoras arrinconaban a otras en los baños y les quitaban la ropa para humillarlas.
Nunca imaginé que después de tanto tiempo fuera de la escuela alguien encontraría una manera tan baja de atacarme, y menos en un lugar público.
—¡Están siendo demasi